sábado, mayo 03, 2008

525. Gran Explosión Gran

Así fue que marcharon codo con codo dentro de un vehículo disfrazado de croqueta ,mientras Dow manejaba su Mustang All Star y sonreía con 33 grados de deriva, similar a la de Boogie el Aceitoso. Iban tirados sobre el suelo, casi entre la colección de borceguíes y culatas de fusiles. No eran policías comunes, por cierto y Manuel comprendió que con la mirada Abelardo le estaba diciendo que nada dijera ni aunque se pudiera sacar la cinta de esparadrapo super adesivo sin hacer uso de las manos porque estas...estaban también pegadas.
Atravesaban ya el puente de carrasco por el lado del Paso cuando enseguida sintieron que abandonaban el asfalto y se adentraban a un lugar bastante amplio, tal vez rodeado de hileras de arboles altos. ¡El parque! Y en el parque a poco de seguir avanzando entraban en una especie de rampa que descendía a una zona de silencio, que se hizo total cuando se apagó el motor del vehículo.

-¡Bajen!

No llegaron a pisar el suelo porque abajo había una especie de rampa movil que se desplazó manejada por un miliquito flaco parecido a Kafka, por todo la cuadrada extención de ese establecimiento subterráneo. Base militar o lo que fuera, iluminada con tristes luces que distribuían su producto de una manera ecxesivamente homogénea. Nada daba sombra, ni nada estaba más claro que nada, en ese submundo pintado de blanco... salvo lo que veían detenido al fondo de la espanción allá adelante... Aquella mancha horizontal y negra tan parecida a una cucaracha gigante.

Los ojos de Abelardo mostraron miedo por primera vez. Parecieron ignorar la existencia de la X666 La Bestia y en cambio percibir todo el expresionismo maléfico que emanaba de ella. Manuel nada le podía explicar, ni siquiera advertirle sobre la identidad del sujeto de cara gris que les había detenido o preguntarle si había alguna vez tenido noticia de la existencia de este lugar subterráneo.

-Entrá vos.

Incomunicados quedaron, en dos celdas de acero inoxidable desde el piso hasta el techo. dos hora, tres, y un tiempo indefinido, que solo se percibía por el aumento progresivo del apetito Al cabo comenzó el interrogatorio que consistía en el aumento progresivo de una onda pulsante de sonido puro. Una frecuencia que resonaba en algunos escondidos puntos del cuerpo produciendo una extraña cosquilla que poco a poco se transformaba en dolor. No eso fue sólo el ablande. Lo peor vino cuando la vibración dejó de pulsar sobre la misma frecuencia y empezó a dar saltos de frecuencia, pero unos saltos increíbles que no había manera de soportar! Y después aun peor cuando fueron dos las notas al mismo tiempo haciendo cada uno de los extremos de la inarmonía. Parecía que el esqueleto se desarmaba en pedazos y la mente, bueno, la mente se sentía al borde de la desintegración más angustiante.


Después de una aminoración brusca del volumen apareció la voz de Douglas Dow sugiriendo estar dispuestos a firmar la declaración de culpabilidad y colaborar con la filmación del documental que se iba a hacer sobre la captura de la célula terrorista que tenía planeado volar el hospital Pereira Rosell con todos sus niños adentro.
Vinieron los guardias a sacarles las vendas de la boca, de un tirón, les hicieron decir que si, frente a un micrófono inalámbrico y los fletaron para un micro de turismo que salía lleno de carteles alusivos a la Gran Explosión Rosell. Adentro del micro estaban otros desgraciados, tan asustados como ellos, que portaban cada uno un cajoncito de tubos de cartón oscuro muy parecidos a cartuchos de dinamita. Tampoco sabían de qué se trataba todo ese carnaval pero igual temían que algo iba a salir mal sobre sus cabezas.
Especialmente cuando advertían que a ambos lados del micro les acompañaban tres camiones del ejército con tropas armadas hasta los dientes.
Por suerte cuando llegaba la caravana a la altura de Avenida Italia y Cooper chocaron. Fue un choque tremendo y en principio impremeditado, porque fuera muy difícil premeditar una cosa tan estúpida. Chocaron todos con una barricada de tanques de nafta vacíos que el propio ejército había colocado para desviar el tránsito hacia Camino Carrasco, sin esperar a que pasara el convoy de prioridad estratégica. Convoy que se vió llenado de frustración en un coro de ridículos lamentos, que a la postre comenzaron a transformarse de disculpas en acusaciones y por encima insultos. Cosa que aprovecharon los pasajeros involuntarios para correr por Cooper y doblando por Havre seguir hasta perderse de vista por la bajada de Máximo Tajes.

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