lunes, abril 28, 2008

523. Viaje en moto

Con las luces del amanecer arrancó el motor de la Harley, ya con su piloto a horcajadas y la pareja de muchachos en el carrito. Eran las luces aquellas que alumbraban primero las lánguidas nubes, vueltas rosadas al sólo efecto de dar motivo a lo que dijera Homero sobre la aurora. La vieja Eo. El resto iba siendo de un tono desde añil hasta turquesa y más allá, el todavía oscuro trasfondo de lo que había sido la noche. Toda una noche al pedo, trabajando para que el boludo se mandara la cagada de no saber ni lo que había estado diciendo antes !
Tomaron por Aerosur. Es decir Ernesto junto con la moto, porque dentro del sidecar aun la pareja no terminaba de entrecruzar las piernas de una manera muy satisfactoria. Verse de nuevo, así de cerca, cosa que no habían hecho en el último par de días, desde que Manuel tuvo que ir a Montevideo a pedirle unos pesos prestados a un amigo que... ...se interrumpió el relato por la llegada de un fogonazo de culpa en el corazón de Magdalena ! Era el momento preciso para confesarlo, explicar el extraño primer capítulo de la historia de ese extraterrestre que pretendía ser Manuel, quien en horas de la madrugada y sin que ella lo advirtiera por estar durmiendo, se le había introducido en la cama, aprovechando el extraordinario parecido con el dueño de casa y que... Por otra parte el corazón de Manuel pasaba por semejante martirio recordando que él había sabido de antemano que era altamente posible que pasara lo que había pasado con Fátima en Montevideo, y sin embargo... Pero es que ella recién se había enterado de que no era Manuel cuando este apareció negando haber venido en la madrugada....Desde el primer cruce de miradas, apenas se había levantado a salvo de los torturadores del otro lado del tejido de mierda aquél y el puto club de bochas... aunque después de todo que puede importar todo eso si ahora puedo ser feliz mirando esa cara que me llena de placer.
La madrugada se iba mostrando embriagadora y a la vez romántica, ahora se comprendía la particular belleza que a veces adquieren las cosas completamente cursis como ese cielo, que estaba mostrando, en la zona donde el turquesa le iba ganando al azul oscuro, unas pegatinas de brillos extendidos, que daban un marco muy recontrarococó a los bordes del cuadrito. ¿O estampita?

Mientras restallaban las explosiones del motor y por el escape niquelado huían presurosas varias chispas por minuto, ellos, dentro de la carlinga saboreaban morosamente sus respectivos labios y lenguas.

Por último la claridad general se había extendido cuando una cuadra antes de Becú, la Harley abandonó la ruta adentrándose en el balastro claro con dirección al norte. Estaban llegando de vuelta a casa. No importaba que ya fuese de día.


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