jueves, abril 24, 2008

520.Números y números

A la caída de la noche tenían todos los materiales acopiados y Manuel como maestro de ceremonia comenzaba a entorchar la primera cuerda con treinta y dos tiras paralelas de plástico botelleril. Nunca lo había hecho, ahora tomaba conciencia a medida que probaba método tras método de entrecruzamiento que llegara al termino del círculo con una disposición simétrica pero sin marearse por el camino. Requería mucha atención y esa habilidad que tenía el viejo Dengue en los dedos, para mantener tiras reservadas entre algunos, mientras seguía trenzando las que sostenía entre otros. ¡Qué carajo! Por último redujo el problema al dividir por cuatro, haciendo ases de a cuatro que se movían juntas para uno u otro lado. Le quedaron ocho haces de cuatro, que como tenían que ir girando alternadamente para uno y otro lado, se hacían cuatro ases en un sentido y cuatro en el otro. Más gobernable...
Cuando le agarró la mano tomó velocidad y las cuerdas quedaban más parejas. Se puso de pie y le empezó a enseñar al otro Manuel que ya se había sentado en un cajón enfrente a la otra máquina que estaba quedando rodeada de tiras recién cortadas por las dos mujeres y los otros dos hombres.
A media noche tenían terminadas las diez cuerdas y los círculos y óvalos de alambre que nunca habían considerado más que un sustento para la cartapesta pero que...
Miguel quiso convencer a Manuel justamente, de que esos círculos no parecían suficientemente rígidos como para soportar que las tres cuerdas quedaran tirantes. Ese era el punto y a Manuel le dio mucha risa pensar que visto como sustentos aquellos alambrecitos daban risa. Por eso, tal vez nadie había hablado allá en la caverna, de ellos cumpliendo esa función, y sin embargo...
Con todo las reflexiones no llegaron a sofrenar el ritmo del trabajo. A la una estaba armado el primer triangulo de cuerdas inscrito en uno de los círculos que iba a ir horizontal. Comenzaron el otro y en media hora lo estaban terminando. Tenían que ponerlo por encima del primero hasta tensar las tres cuerdas verticales que quedarían como columnas rígidas... es decir... Claro que se caería ni bien dejaran de sostenerlo parados arriba de los cajones a dos metros de altura. ¡Caería por cierto! Por eso nadie se animaba a soltar el punto que le había tocado sostener, mientras Manuel llegaba a la conclusión de que por algo en el dibujo original, estaba bien dibujados los óvalos que rodeaban los dos triángulos, pasando exactamente por las dos aristas en que enganchaba la cuerda vertical. ¡Eran los tensores verticales que en su imaginación nunca habían existido! Claro que de apariencia tan débil..!
Se bajaron de los cajones y fueron a tomar las medidas de los óvalos. Más de tres metros en su eje mayor después de reducir a escala 3/5 los datos de la memoria de Manuel. Bueno no exactamente 3/5 porque Miguel había obtenido a su favor la elección de regla de oro como factor de reducción. Con eso se había llegado a seis cuerdas principales de 3.09 metros, tres verticales de 1.91 y una décima de ¡Exactamente cinco metros!
Con los tres óvalos armados el triangulo de arriba se sostenía lastimosamente sin lograr darle tensión a las cuerdas verticales. El conjunto todo parecía un pan sacado antes de tiempo del horno, que muchas veces se desinfla más de una lado que del otro. Pero seguramente la vitalidad del conjunto estaba esperando para manifestarse una vez que estuviese colocada la última pieza. La décima cuerda. La que según Manuel confesaba recordar, debería pasar alternadamente por un lado u otro de todas las que ya estaban armadas, empezando y terminando en el mismo punto.
-¿Otro óvalo...?
-No, es una cuerda larga y recta... Cuando la vas colocando te das cuenta de que es perfectamente recta.
-Pero vuelve al mismo punto...
-El mismo punto viene... La llevás derecha y cuando querés acordar te encontrás con la otra punta. No se agarra de nada y queda resonando enseguida... Yo creo que es el alma de la bola. Con quién en realidad te comunicás... creo que las otras son resonadores para aumentar la potencia.

Abelardo en nombre de todos tomó el extremo de la cuerda y se lo entregó a Manuel el extraterrestre. Era el momento solemne de hacer la botadura de la estructura, cortar la cinta, romper la botella... Manuel saltó dentro de los círculos y comenzó a hacer una danza seguido de la cola de lagarto que se enredaba entre las otras cuerdas y los alambres y... Se detuvo. Aquella cosa gelatinosa se negaba a ir encontrando su lugar! No colaboraba. Y entonces... bueno fuera que la reducción de las dimensiones hubiera recortado algunas posibilidades, aunque... El tamaño nunca debiera ser una condición tan necesaria y.... ¿Por qué no querrá colaborar...?
Alrededor las cejas comenzaban a bajar y hacerle techo a las miradas de extrañeza. Nadie podía entender cuál era la relación entre aquel espectáculo grotesco y la inauguración de los viajes interdimensionales... Algo no estaba funcionando.
Manuel pensó lo mismo y al levantar la vista se encontró con la de su tocayo que parecía estar adquiriendo un matiz reprobatorio y hasta algo despectivo. No quiso importarse y así, como estaba, con el extremo de la cuerda en su mano volvió a la posición del comienzo, donde aun estaban los cajones que había apilado, para volar desde con la cuerda que iría pasando alrededor de todas las otras. Ahora no pretendería volar, sino apenas, llegar a pasar la cuerda al otro lado de la primera horizontal. Forzarla a pasar, porque era importante que de alguna manera se terminara cerrando el círculo, de donde surgiría la energía que inflaría toda la bola...
Quiso la casualidad que la pila de cajones perdieran el equilibrio justo cuando Manuel se estiraba al extremo en puntas de pie...
Los cajones al caer hicieron mucho ruido.


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