Se lo llevó al galponcito y cerró con cuidado la puerta. El viejo había puesto cara de asustado, se dio cuenta Manuel y pensó en hablar con suficiente claridad, como para que enseguida se diera cuenta de no estar hablando con un loco. Lo sentó en una vieja silla de mimbre con redondos y deshilachados posabrazos, le hizo señas de calmarse con las manos, mientras arrastraba ese taburete que aun tenía tres de las cuatro patas, se sentó y encaró lo que iba a ser su elocuente demostración.
-Como vos me dijiste alguna vez, he comprobado que existen infinitos mundos paralelos.
-...
-Estamos acá en uno. Un mundo donde vos has dejado de lado los inventos, tus grandes inventos, aquellos que siendo chico me mostrabas y explicabas sin que yo entendiera un corno.
-Cuales inventos, Manuel... El que te mostré hoy es el primero que intento hacer...
Manuel se golpeó la sien con la palma derecha.
-Bueno, es otra diferencia más.... ¿Pero te acordás de que me hablabas de ciencia?
-Sí, te trataba de enseñar los principios...
Le había explicado los principios básicos de la ciencia. Nada se crea ni nada se destruye, sólo que todo se transforma. Las energías entre sí y la materia en algunos casos. Le había contado la historia de María Curie antes que la de la manzana de Newton. El efecto fotoeléctrico y el principio de acción y reacción.
-No tenía a nadie con quien hablar... y vos me escuchabas...
-¿Pero, te dabas cuenta de que yo no entendía nada...?
-Pensaba que de tanto escucharlo...
-Abuelo... No tenía más de diez años.
-Después no te hablé más de esas cosas porque tu madre se enojaba.
-No entendía pero igual me gustaban esas explicaciones que me hacían pensar en cosas fabulosas.
-¿Fabulosas...? Tu madre decían que eran fabulosas... Pero yo te enseñaba cosas comprobadas por la ciencia. Cosas que te podrían servir para comprender los mecanismos y los aparatos, el porqué del vuelo de los pájaros, de la flotación de los barcos, del nivel de las aguas...
-...de los vuelos en aparatos sin motor, de la cuarta, la quinta y todas las otras dimensiones...
-¡No, eso no!... Yo nunca te hablaba de eso! ¡Manuel, yo nunca te hablaba de eso!
Imploraba Abelardo con las manos temblorosas puestas en vertical paralelismo frente a su cara sin taparla.
Manuel giró rápidamente el enfoque.
-Pero lo pensabas. En realidad todo el tiempo estuviste pensando en viajes extraordinarios...O no?
Abelardo se puso pálido y dejó escurrir sus mejillas a medida que aflojaba la mandíbula.
-Bueno, abuelo. Yo he hecho varios de esos viajes extraordinarios y te puedo dibujar el plano de una nave que sirve para hacerlos.
-¿Viajes extraordinarios...?
-Sí viajes al pasado, a otras dimensiones... esas cosas...
-Eso no es posible Manolito... Reconozco que he pensado mucho en eso pero...
-¿Probaste alguna vez de sintonizar la onda de cada dimensión por separado?
¿De reunir esa información en un sólo punto? ¿De generar por separado la onda contraria que anulara la natural...? Te estoy hablando de una zona del espacio que quedara aislada del resto de las influencias...
Abelardo estaba temblando, especialmente su mandíbula. Su gran mandíbula de equino desbocado. Sufría, porque por todo lo que oía se sentía culpable. Haber engendrado en aquella mente tierna la semilla de su futuro delirio.
-¿Me leías el pensamiento?
-¡No, abuelo! Apenas me fui acordando de tus charlas cuando pude entenderlas... Cuando tuve la experiencia.
-¿Y qué experiencia pudiste tener...?
Ya estaba. Ahora podía hablar por las claras
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