lunes, abril 14, 2008

512. La décima cuerda

Manuel se puso a contar todo lo que recordaba sobre el esqueleto de las bolas, acompañando el relato con contínuos pedidos de paciencia. ´Él no había participado del estudio de los planos que había mandado el otro Abelardo, aquel que... Las líneas generales sí las recordaba, el largo exacto de las cuerdas principales que formaban el triángulo de arriba y el de bajo. Preguntó si le iban comprendiendo mientras mantenía una palma sobre la otra, paralelas y horizontales a doce centímetros. Como dos triángulos imaginarios, en realidad rectángulos.
Le pareció increíble, mientras les seguía hablando con la cara inclinada sin motivo, le pareció increíble que esos dos viejos sabihondos le estuvieran escuchando en ceremonioso silencio. A él que de pronto ni tenía mérito alguno por haberse enterado de cosas extrañas. Y que menos estaba capacitado para enseñarles nada. Se calló y enganchó las manos en los bolcillos.

-Bueno, cuando nos pongamos a trabajar me voy a ir acordando...

Miguel protestó pidiendo teorías, al menos para algún generador de impulsos superlumínicos. Algo que ir mascando ahora que se había terminado el asado y las mentes continuaban con hambre. Trajeron papeles y lápices. Despejaron la mesa. Manuel se puso a dibujar.
Al cabo de una hora y veinte hojas en el suelo se sabía lo que físicamente venía a ser una bola. No se comprendía en cambio nada. ¿Cómo era que ese cachivache alegórico del carnaval pudiera por ninguna causa levantarse del suelo? Claro que, siempre se había presentido que el principio revolucionario pudiera tener características desconcertantes, como las de este muchacho, que sin haber terminado el liceo les venía a hablar de Teoría de Cuerdas, explicada como para ineptos mentales. Era cuestión de tomarlo como hipótesis verdadera por un momento. Con un verdadero espíritu científico. Sin preconceptos... No, claro, con el marco general de lo ya descubierto por la física, pero sin descartar que pudiera estar bastante equivocado. Como el que dice no creer en brujerías pero igual si el asunto es grave recurre a lo que fuera, por lo general con buenos resultados.

-¿Pero y la décima cuerda, cómo es que va a calzar sola entre el punto "a" y el "q" pasando por todas estas otras líneas, sin tocarlas, porque se trata de una cuerda que está vibrando?
-Mirá, yo sólo te puedo repetir una explicación que me dió Mandinga... Nos dijo que la cuerda podía pasar porque en realidad tenía una forma sinuosa...
-¿Una cuerda tensa y sinuosa?
-...con una curvatura dentro de otra dimensión... Me dijo que una vez que se cerraba el círculo... mejor dicho que había certeza del que le círculo se iba a cerrar, ya el círculo estaba cerrado generando el intercambio de las dimensiones que circulando por el entramado de las cuerdas iba transformando ese corazón de energías que fluyen, en una cosa que deja de estar en un lugar determinado... que queda afuera de la realidad común y....
Abelardo se rió.
-Me estás haciendo acordar de tu madre... ¿No te me estás yendo al carajo, Manuelito...?

Pero siguio pensando callado, en lo mismo. Ahora que le había terminado de dar forma mental y veía con mucho mayor claridad. Más allá de lo que el librezco conocimiento de estos ancianos pudiera llegar, probablemente. Aunque tal vez... ¿No sería que la mente misma presiona cuando quiere en cualquier sentido, la realidad, para que sea como uno quiere? O por lo menos está claro que no hay leyes que se cumplan siempre y en todos lados. Cada lugar tiene su propia vibración y un poquito de sus propias leyes, como nosotros los hombres que cada cual tenemos creída una verdad que da sentido a la vida y nos metemos a opinar como si fuera la misma para todos.
Abelardo bajó la voz arrepentido.

-Perdoname, nieto. Seguí con tu explicación.

Ahora fue Manuel quien sonrió.

-Lo gracioso es que no se preguntaron en ningún momento cómo es que las cuerdas están tirantes si se agarran unas de las otras...

Contestó Miguel que sí lo había anotado entre las cosas absurdas del supuesto aparato, pero que igual estaba dispuesto a pagar los gastos y acompañar el emprendimiento porque... Por favor!. No podría estar atendiendo la farmacia mientras otros fabrican una nave transdimensional a cinco cuadras de distancia!

La carcajada de Abelardo fue estentórea y dio para el comentario de su amigo en el sentido de no haberle visto reírse así desde la juventud. Aquellos tiempos en que todavía tenían las colecciones de Hora Cero y Frontera con las tapas relucientes en alguna biblioteca de la casa. Y El Eternauta conducía sus mentes al vuelo sin parar hasta Arthur Clarke o El Hombre Ilustrado.

Una carcajada contagiosa que terminó por derribar cualquier otra barrera de vergüenza intelectual que mantuvieran entre ellos
Una carcajada feliz.

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