El cuarto alerta desapareció bajo una ventana emergente con imagen y sonido en directo desde algún lugar del Paraguay. Las tratativas ya habían comenzado para el intercambio de prisioneros. Los generales tenían mucho interés de recuperar al agente 11S y sus 18 clones, por él y no por ellos. Formaban un equipo de 19 cuerpos con un solo cerebro según le revelara a Ernesto uno de los guardias que se había confesado arrepentido de haberse metido en ese baile en vez de trabajar en la mandioca como había sido la vida de su padre. El único paraguayo era, entre cientos o miles de yanquis medios abombados y encima tenerte que cuidar a vos che hermano que sos como nosotros. Ves? Aquel que va allá es el general uolter, medio capo también, que quería mandar al frente al ejército paraguayo para que invadiera el chaco argentino. ¡Tas loco? Le dijeron los jefes a pesar de que estaban un poco cagados también –apareció la cara del guardia en la pantalla gesticulando muy expresivamente- -¡Le estaban discutiendo al que viene de arriba! Pero no porque se opusieran a la orden del otro sino para disimular que no creían que si daban la orden iban a ser obedecidos… El uolter se puso como loco cuando oyó que se le ponían en discusión las órdenes. Pero lo paraguayos, los generales de aquí, quiero decir, le empezaron a rodear de tantas palabras confusas y todos a la vez, que para eso somos buenos nosotros, que el uolter se dio vuelta y se fue más confundido que… y tal vez también, fijate vos… pensando que no sabía tanto como el creía del idioma español. Porque para eso fue que lo confundieron los generales de acá…
La lente, o como se llame de la cámara integrada al sistema de la minicomputadora apuntó en ese momento a otro comando como esos que tenían contra la pared de la caverna bajo la amenaza de la metralleta del Chumbo. También ellos parecían integrados por replicas uno del otro y mascaban chicle como si fueran sus mandíbulas un grupo de danza. Pero por adelante iba pasando una militar de paso elástico y la mejor de las sonrisas que al llegar frente a Ernesto se puso a explicar a qué venia. Venía a reconocerle, en nombre del comisariato conjunto de la OEA, su calidad de emisario con derecho a hablar frente al comando en operaciones al que le venía a conducir.
-En cana –dijo la cara de Ernesto terriblemente deformada encima del ojo.
En la caverna no pudieron ver esa marcha que se iniciaba entre Ernesto Federico y la militar porque, la cámara que estaba filmando la llevaba Ernesto consigo. Pero se lo imaginaron bastante bien, sobre un fondo de esclarecida selva aquella plataforma elevada del suelo con casamatas, sobreimpreso con la imagen imaginada de la pareja alejándose del lente. Y comprendieron que había una cosa que los unía a aquél exótico millonario negro. El cariño. El cariño por un hombre solitario que ha elegido sin alardes ponerse de parte de los débiles.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
1 comentario:
Bueno, Bosco: tal como lo prometí, comencé a leer desde el principio. He llegado hasta el 19. ¡Ja! Llevará tiempo...
¡Ernie Pike! Pues sí, Bosco, somos de la misma generación.
Como dijo MacArthur: Volveré.
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