lunes, septiembre 18, 2006

70 - Un Viento Arremolinado

-Hola Manuel.
-¡Abuelo, estás ahí otra vez?
-Quería decirte que no voy a poder seguir comunicándome con vos por este medio. Vamos a tener que manejarnos con los guijarros ya que el pelotudo de Bosco se empeñó en dártelos!
-Pero no cortes! Pará. Me tenés que explicar por qué me llevás para todos lados como bola sin manija?
-Yo no te llevo ni te traigo. Apenas puedo hacer alguna pequeña trampa, como estas llamadas de teléfono que no sabés lo que me cuestan!
-¿Y entonces…por qué las bolas me llevan?
-Eso estoy tratando de averiguar. Es un asunto muy misterioso!
-Bosco no me quiere enseñar a manejar los guijarros, está aquí a mi lado. Vos no podrías hacer algo para convencerlo?
-No, dejalo. Esta pasando por un período de pánico. Además tenés que entenderte vos, directamente con los objetos porque ellos te van a hablar de una manera que sólo vos vas a poder entender…Como lo de tu porrazo en el corredor de casa, te acordás?
-Entiendo.
-Bueno, lo que te quería decir era eso, que le des a los objetos. Si no vamos a quedar incomunicados. Chau.
-Chau.
Cuando abrió los ojos, puesto que los había mantenido cerrados, vio que Bosco había cruzado de vuelta la avenida y estaba otra vez en la vereda del hotel conversando con Elena y un par de gurisotes. Sintió una repentina tristeza. Estaba solo, a cuarenta años de sus conocidos y de su mundo, sin poder hablar con nadie de lo que le ocurría… a no ser que…
Cruzó decidido la avenida y quiso sumarse a la charla de los cuatro pero, sólo pudo hacerlo con tres ya que Bosco al verlo retornar se fugó para su casa bajo la mirada atenta de Elena que tal vez para disimular el percance se puso a preguntarle cosas.
-¿Andás de paso por acá o te haz venido a quedar?
-No se –contestó Manuel, sin saber cómo seguir.
-Y a vos, ¿qué te importa?- le preguntó a Elena, en tono de crítica, uno de los muchachitos.
-No está todo bien.¿por qué no me va a poder preguntar…¿Ustedes son nativos del pueblo?
-No somos argentinos. Pero hace muchos años que nos vinimos…
-¿De Buenos Aires?
-No, de Entre Ríos?
-Ah, Entre Ríos. Hace poco anduve por allí en medio del lío de las pape…
Esta vez lo que se lo llevó fue un viento arremolinado lleno de hojas secas de paraísos, fresnos y plátanos, junto con papelitos de caramelos de café y leche y algunas hormigas negras a lo que se agregaban diarios viejos, bolsas de nylon, cascaritas de girasol, medias usadas, tapitas de cerveza Norteña, cigarros apagados y algunos cuantos artículos más que en su conjunto llegaron a formar una masa compacta e impenetrable, al menos para la luz y el sonido; de modo que Manuel ni se enteró a partir de ese momento de lo que pudiera ocurrir a su alrededor ni en ninguna otra parte.

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