viernes, septiembre 09, 2011

818. Tal vez no sea nada.

Por último decidieron no hacerle más caso a la carta para seguir con los planes del cumpleaños Un asado parecía lo más indicado y mucha música. Magda quería blues, entreverado con Candombe y música africana. Cesária Évora y Fernando Cabrera.
Manuel quiso que el asado lo hiciera el Cholo.

-El mejor asado que he comido... ¿Y la ensalada la hacés vos?
-Sí. Ja ja.

Ya estaba: Asado y ensalada. ¿Para qué más? Bueno... y un poco de vino o de algo parecido para relajar las personalidades y poder pasar unos ratos de diversión. El 21, no? Sí fue el día de la primavera del año 2010...(A ver los numerólogos). Unos meses después de nuestra llegada. Ah, te acordás... ¡qué horrible!

-Bueno horribles algunas cosas, porque otras...
-Las guerras constantes.
-Acá, ves? ese no es el problema. Las guerras aquí son todas escondidas, solapadas.

De pronto la conversación se interrumpió porque Magda giró la cabeza de golpe para  seguir la imagen de un hombre que pasaba por la vereda.

-Es el mismo otra vez. A ese tipo ya lo he visto pasar varias veces y no le conozco del barrio.
-Uh, qué mal que me sonó eso!

Magda revoleó la pelambre.
-Pero es que mira siempre para adentro. ¡Ese hombre nos está espiando!
-Cuál hombre. ¿Quién es?
-No sé. Nunca lo había visto hasta hace unos días.
-¿Pero para qué lado iba? Lo voy a seguir.

Manuel salió apurado y apenas pudo entrever el momento en que la imagen del tipo terminaba de doblar detrás del garaje del Toba. Cuando llegó corriendo hasta allí, Por la otra calle no se veía a nadie caminar ni volar. Porque volando se tendría que haber ido para desaparecer en tan poco tiempo. A no ser que enseguida de doblar hubiese entrado en alguna de las pocas casas que por allí habían. Eureka!

Volvió.

No se recordaba quienes eran los que vivían en aquellas casas nuevas. Porque eran todas nuevas, incluso tan nuevas, que tal vez algunas no estaban allí en la época en que empezó a ser raptado y luego nunca más estuvo seguro del piso que pisaba.

Le preguntaría a la flaca.

Pero le iba a pedir que la próxima vez que pasara el tipo le avisara con tiempo como para alcanzarle. De alguna manera le iba a sonsacar el porque de sus pasadas, sin que pareciese impertinente, al menos al principio.
Ahora qué papelón si el tipo vive no más desde hace poco en una de esas casitas y tiene que pasar por nuestra vereda a cada rato, cada vez que viene o va de su casa.
¿Y si se molesta, con toda razón, de que un atrevido le venga a preguntar cosas sobre las que no tiene por qué dar explicaciones, ni a él, ni a nadie.
Eran posibilidades también.

La flaca había dado vuelta el mate y le esperaba a las risas.

-Pobre! Yo te doy manija y después me quedo esperando. ¿Lo pudiste ver?

Recién entonces le explicó que se trataba de un hombre mayor, vestido casi todo de gris.

-Parece que vive en una de esas casas nuevas a la vuelta de lo del Toba.
-¿Qué casas nuevas, si ahí se terminaba la calle a la media cuadra y no había nada.

Ah. Eran muy nuevas. Y ahora le empezaba a parecer que todo aquello era una alarma innecesaria. Seguro que el tipo miraba no más de curioso, tratando de informarse sobre el barrio al que se había mudado.

-Tal vez no sea nada...

A Magda un tic le levantó levemente la mejilla derecha mientras escuchaba lo anterior. Un tic que le dió por un instant, a su rostro, una curiosa expresión de desafío.

-¿Y si es algo?
-¿Qué...?

Manuel enseguida comprendió lo que vendría. Ella ya estaba adquiriendo el temple y la vibración justa. De pronto vio el brillo de sus ojos y esa profundidad que es desafío de lo insondable. Sus labios tremolando igual que su corazón. Su piel...








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