domingo, marzo 30, 2008

502. Por El Calentamiento Global

No sólo lo contó, sino que para mayor claridad se puso en el suelo y como un perrito reculó varios metros siguiendo un camino en zigzag.

-Así, ves? Sin mirar para atrás ni un momento.

Y diciéndolo se fue entusiasmando porque... En eso le comenzaba a salir aquel niño travieso que siempre había sido. Manuel festejaba la gracia y Margarita fruncía el entrecejo con notable impaciencia, la misma que siempre le dominaba cuando su viejo padre volvía a desplegar las alas de la fantasía, de sus temas científicos o de casi cualquier cosa, aunque fuera evidente, para cualquier otro, que ahora sí el anciano recuperaba la vitalidad.

Golpeaban las manos en la terraza del frente -ellos estaban ahora bajo la parra del fondo. Abelardo levantó las rodillas de su pantalón descolorido, las sacudió con tres limpios moquetes de palma y gritó que ya iba.
Era Miguel, el farmacéuticos de al lado del puente quién resultaba ser muy amigo de Abelardo,en este mundo. Se notaba por el tono de la conversación que trajeron hasta dentro de la casa, llenándola de voces y apareciendo por la puerta de la cocina al lugar de la anterior reunión.

-¿Lo conocen a Miguel, verdad?

Miguel saludo sin mostrar ninguna sorpresa, y fue saludado. Por Margarita, apenas con la suficiente amabilidad y por Manuel con excesivo entusiasmo para un muchacho que nunca iba a comprar nada por el negocio. Sin embargo la conversación de los veteranos continuó, sin mucha pausa, derechamente hacia lo que Miguel traía entre ceja y ceja para el rezongo. La candidatura de Astori.

-Ya te lo dije el otro día... Está cantado que el Tabaré le va a dar la bendición. Fijate. Y con Astori de candidato..., entonces sí que nos vamos a olvidar de ganar ninguna elección. Fijate, si perdimos con Tabaré, menos vamos a ganar con este.
-Quién sabe... Capaz que junta votos porque nadie le va a tener miedo de que sea muy radical...
-Ja, eso sí que no!

Manuel no se aguantó e impensadamente se metió en la conversa.

-¿Pero, y ahora..., quién es el presidente...?

Los dos viejos se dieron vuelta en brusco silencio. Miguel por no hacer evidente su juicio y Abelardo, no por vergüenza sino por asombro. Silencio que aprovechó Margarita para protestar su idea recurrente de que los políticos eran todos iguales y que no había que perder el tiempo en creerles nada. Tiempo que se podría utilizar en el cultivo de la vida espiritual, la meditación y el yoga.

-¿Y Mujica? -preguntó Manuel.

-Mujica anda en eso de inventar una especie de peronismo a la uruguaya, que en realidad es un batllismo desteñido entreverado con Chicotazo. Un nuevo Luis Batlle -Apabulló Miguel con más bronca que ganas de ser preciso en los términos.

En cambio Abelardo aflojó los párpados superiores dejándoles caer como un alud de nieve de pronto derretida por el calentamiento global.

-¿Mujica...? ¡Ah Mujica!

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