Cerró sin esfuerzo el portón al salir. El perfecto portón de goznes aceitados y erectos que lo mantenían sin rozar siquiera la gravilla de la entrada. Bah, qué gravilla si aquello todo eran losas del mismo granito, ya gastadas por el tiempo y las suelas de tantos transeúntes...
Afuera ya habían borrado las últimas huellas del incendio entre los pinos. Terminaban de techar una vivienda en el baldío de la esquina y de poner un vetusto transformador de corriente cruzando no más a la de enfrente... Una oferta de lata estaba firmada por una inmobiliaria llamada Fernández y en el poste del hilo telefónica restaba un viejo cartel que parecía recién clavado: LACALLE PRESIDENTE - POR LA VUELTA - 321. Faltaba no más que llegando a lo de Rulo, para pedirle prestada una podadora, ni siquiera le reconociera. Se imaginó la escena junto con las ganas de volver a verlos, y a la chiquita... No se acordaba del nombre! ¿Como podría ser posible que no se acordara...!? O acaso estuviese loco, no más... y hubiera llegado el momento de reconocer que tantos cambios no se habrían podido producir en tan poco tiempo, pero sí, en cambio dentro de una pobre cabeza estropeada por años de lecturas de historietas.... ¡No! Esto no podía ser otra cosa que una obra de Satanás. El poderoso espíritu al que el viejo Dios jamás a podido terminar de vencer. Ya lo había explicado Mandinga. Mandinga, se repitió, al ponerse a imaginar que a Mandinga ni el mismo Satán le podría haber confundio las ideas y que tal vez le podría ayudar, si le encontrara...
Largo rato caminó Manuel, creyendo que estaría en camino hacia cualquier lugar como la casa de su primo Rulo, sin parar el devaneo de las razones que por turnos le arremetían con argumentos sobre la imposibilidad de los cambios a gran escala que estaba constatando y la posibilidad probable de que se explicaran como producto de su propia insanía. Por suerte, aún así se pudo reír del trabalenguas y levantar la vista al enfrentarse otra vez con el tanque de OSE. Tres veces, por lo menos, porque a pesar de la distracción algo de memoria conservaba del recorrido que siempre había sido el mismo... pasando frente a la policlínica de Lagomar y... Sí, era razonable pensar que si todo había adquirido una apariencia de varios años para atrás, por qué Vittorio no pudiera aparentar que seguía con su trabajo de sicólogo. Licenciado... Era cuestión de allegarse por allí...
Efectivamente en el letrero de la entrada decía que hoy atendía el Lic. Vittorio Giorgionne a partir de las 11 horas, sin que hubiese en las inmediaciones ningún reloj a la vista. Se apersonó a la mujer del mostrador para solicitar consulta aunque sin carnet de aistencia para demostrar su condición de indigente, por lo cual fue censurado con gesto adusto y conminado a ponerse en la cola para solicitar el formulario 67, sobre ingresos y condiciones de supervivencia y así participar del sorteo mensual de tres consultas médicas. No le habían reconocido allí tampoco y también parecían convencidos de que eso era la realidad.... ¿Y si lo fuera...?
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