lunes, marzo 10, 2008

490, Sr. Candidato

Por un buen rato quedaron los dos en silencio, sentados uno junto al otro sobre el banco verde. La mirada al frente sólo lograba ver, más alla de los ligustros laterales de Los Dogones, el abigarrado palafito de los pinos, las ramas desparejas con sus marrones guirnaldas de piñas secas y la cortina sonora de las chicharras. Hacía calor. Ese calor quieto que raja la tierra en repúblicas de pasto, donde lo hay, y la madera de los troncos, que por allí sangran resina, mientras piensan qué cosa sería el tiempo ahora, que ha dejado de transcurrir.

Ernesto Federico de Oliveira e Souza se encontraba en una situación atípica. No era proclive a reuniones con desconocidos que invaden su propiedad, aunque tuviese referencia de ellos, fueran de aspecto inofensivo y dieran muestra de extrema confusión. Tampoco era psicólogo como ese tal Giorgionne que le habían presentado en la cantina del Club Lagomar y que...

Porque no cabía duda de que este muchacho estaba loco, o al menos muy trastornado, aunque de eso nada le hubiese referido Cholo, cosa rara, después de tanto conversar allá en el comité de base donde le estaban animando a presentarse como candidato. En eso había estado pensando, momentos antes, cuando este mulatito se había precipitado dentro de su territorio antes de que mirando al futuro él se lograra poner el traje de diputado... No se podía negar que resultaría ser una legítima venganza para su raza, bah, color, tan pisoteado a lo largo de los siglos. Uno por los muchos miles que... por mérito propio puede reivindicar el orgullo de ser de la estirpe primigenia, tras tantos años de estudio y de lucha contra los reiterados errores... Ahora había llegado a conocer la verdad sobre el género humano, sus grandes virtudes y... sus limitaciones.

Más extraña era la quietud de Manuel. La misma desesperación que unos minutos antes le había crispado los tendones de los brazos deseosos de estrangular la garganta de Ernesto, ahora le anulaba todos los impulsos ante el repentino convencimiento de que debía esperar a que la mente de sus amigos volviera a funcionar bien.
Si pudiera saber dónde esta Vittorio, pensó, tal vez él haya podido conservarse más entero, con su saber, aunque tal vez no sirviera de nada... Pero no. Vittorio hasta había desarrollado aquella teoría psíquica de la naturaleza de aquellos viajes, en contra de todo lo que defendía Cholo. ¿Como era...? -trató ahora de recordar con precisión- Sí, que las dimensiones pueden estar en dos estados : arrolladas o desarrolladas.


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