viernes, febrero 29, 2008

483 La Ve de Vino

En cambio desde una cuadra de distancia pudo ver las manos en alto del Dengue que le saludaban mientras el cuerpo seguía sinuosa trayectoria, tal vez con intenciones de acercarse. Estaba otra vez borracho, aunque alegre, haciendo brillar los blancos dientes en vez de gritar el saludo que no lograba articular. Manuel apuró el paso, tal vez Dengue había estado por la caverna y había logrado salir por sus medios, tal vez todo había vuelto a la normalidad y Ernesto le había facilitado algún dinero para que se comprara vino. Tal vez no. No.... Era raro. Llevaban mucho tiempo compartiendo la mayor parte de los días y no había vuelto a verle borracho desde que se había transformado en el mejor fabricante de cuerdas para bolas y después en el mejor instructor de vuelo. Ahora se había caído al costado de la calle. Manuel corrió a levantarle...

-Vení, pasá el brazo por arriba de mi hombro, vamos a...
Recién entonces comprendió que Dengue, a no ser la caverna o la misma casa de Ernesto, cuando existía, no tenía sobre la tierra otro lugar donde acostarse sobre una cama.
...casa. Estás pasado.
Dengue sólo reía y señalaba ahora el cielo de entre los pinos, con un dedo o dos semiextendidos que no lograban mantenerse en ninguna dirección, pero que hicieron a Manuel pensar en que quería advertirle de la trayectoria de alguna nave. No vio nada y tuvo que hacer todo el esfuerzo de levantar el peso de aquel cuerpo que aunque liviano, se escurría hacia abajo sin capacidad de sostenerse sobre los piés.
Marcharon, es decir Manuel marchó dejando atrás los pies de Dengue que se iban arrastrando lastimosamente por el balastro. Se cruzaron con unos vecinos que sacudieron la cabeza y continuaron. Apareció de algún lado la Yiya que ofreció ayuda para lo que fuera, como cuidar a Dengue hasta que Manuel consiguiera un vehículo y de paso acompañarles hasta la casa y volver a entrar como alguna vez había hecho. Enseguida se dio cuenta Manuel de toda esa serie de posibles pensamientos que se completaron con la vuelta, ahora sonriente, de la flaca que se encontraba con la Yiya y cambiaba otra vez de humor...
-Bueno quedate un momento con él que voy a buscar la bici con el carro.
Salio corriendo por la bajada arenosa, hasta pasar la cañadita y adentrarse en el monte, para salir en la otra calle detenido de pronto al considerar que era raro que los otros vecinos no se hubiesen comedido a dar una mano. Los volvió a ver ahora, detenidamente, con esas caras medio torcidas que siempre habían puesto para contemplar las desgracias de Dengue, en la otra época, cuando Dengue gozaba de la fama de ser un irrecuperable y no un héroe como ahora, a pesar de que siempre trataron de no fomentar esas cosas de la fama y la vanidad. Pero había que reconocerlo. Dengue, ese negrito flaco que cayó derretido en vino sobre la cuneta de la calle, había desarrollado las técnicas más perfectas de vuelo en bolas que se enseñaban por toda sudamérica, después de haber encontrado la forma de fabricar las cuerdas bordonas para hacer resonar el espacio... Pero tenía que llevar el carrito para traerlo.



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