Nada más se dijo. Manuel cerró los ojos para ver con más claridad la situación... Sí, iba a ser necesario tomar medidas para proteger a su gente. Ahora tenía la exacta sensación de estar enfrentado a algo espantoso, un abismo de insolente prepotencia que no otra cosa pretendía que tragarlos a todos para sumarlos a su masa proteiforme. Aquello no era un Chivo ni un ejercito de ellos. Era el soberbio poder que otra vez estaba queriendo ejercer su insaciable bulimia... Tanteó en la oscuridad en busca de la luz del pensamiento profundo. Se encontró en ella y desde allí aguzó la sensibilidad hasta que por un lado y otro pudo sentir las débiles lucesitas de sus compañeros... Llamó a Cholo y a Ernesto. Llamó a Magdalena y a su madre... Vio como las luciérnagas titilaban y se acercaban. Sintió el temblor de aquellos seres temerosos... encendió su propia luz y les hizo entender que debían escurrirse de todas las dimensiones. Juntos. Y esperar...
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