El corolario de tantos devaneos fue que una incontenible risa le dominó por completo. No encontraba, Mandinga, ninguna forma coloquial de explicar los ramificados conceptos que eran necesarios para describir cómo, y en cuales circunstancias, había sido víctima de una trampa. La risa le venía de imaginarse en medio de la enrevesada explicación siendo observado por estos amigos que seguramente iban a hacerlo desde una expresión de sorprendida incredulidad, la misma conque se observa a los redomados mentirosos cuando complican la historia con agregados cada vez más traídos de los pelos. Qué le iba a hacer... Reirse, reírse o llorar para que por fin le creyeran... O decirlo a secas y reír después, de las caras y de... Aunque Abelardo se enojara por seguir levantando el velo de los misterios del universo... Por fin se decidió.
-Queridos amigos, siento tener que decirles que todos nosotros no somos más que una de las infinitas versiones de nosotros mismos que deambulan por este juego incomprensible que es la existencia. Ja, ja. ¡Hasta suena bonito!
Giorgionne le salió al cruce:
-Deberías haber comprendido, Mandinga, que con chistes inoportunos no vas a poder borrar las dudas que Satanás acaba de dejar sobre la mesa.
Cholo fue más a fondo:
-Sí, hasta parece que te burlaras de nosotros...A ver, decilo en criollo ¿Que clase de trampa fue esa?
Ahora sí. Mandinga se puso serio achicando la sonrisa y el brillo de los ojos. Se preparó, de frente a todos que formaban el anfiteatro de oídos y ojos atentos, acomodó el cuerpo en el sillón que se sentaba y moviendo un imaginario vaso de whisky se dispuso a hablar:
-Habrán sentido hablar de los infinitos mundos paralelos al nuestro, supongo. No digamos en aquella versión que los crea a partir de cualquier opción entre varias que adopte cualquier ser consciente. No, esa teoría que entre ustedes ha tenido mucha prensa, sin embargo no pasa de ser un espejismo matemático. En los mundos paralelos existimos nosotros en paralelo, o ya hemos muerto o quizá nunca hemos nacido. Pero en muchos estamos ahí. Probando en simultáneo infinito, todas las infinitas maneras de explicar la existencia. Comprender sus leyes, si las tiene, escribirlas a capricho si no, o adaptarse a la fuerza de la corriente y no preocuparse por tales cosas. Entre todos esos personajes que somos, se podría armar una cosa enorme que llamaríamos el yo-entero. Este súper-señor que somos, encierra todas las formas posibles en que se pueden combinar nuestros caracteres primarios, y además todos los infinitos escenarios en que deberán actuar y a los cuales se deberá, en alguna medida, adaptar nuestro engendro a menos que prefiera la autodestrucción...
Cholo no se aguantó.
-¿Y eso qué tiene que ver con lo que hablábamos?!
Mandinga mostró de frente su enorme palma clara.
-A eso ya llegaremos. Tené paciencia, hermano... Hasta aquí la primera parte. La segunda es explicarles con quién estaban hablando por medio de las ondas. Nada menos que con Satanás, el verdadero Diablo. Que si bien goza de una fama demasiado tendenciosa, es... en alguna mediada, una fama merecida. ¡Esta gente hace verdaderos milagros! Su poderío no está tanto en los armamentos que pudiera juntar sino en las maravillas inexplicables que realiza de tanto en tanto. Por momentos, porque parece ser así, de vez en cuando los tipos se ponen a tañir las cuerdas de la realidad con tal solvencia que la realidad se amolda a sus deseos. Aquella vez así lo hicieron...
-¿Qué cosa?
-Me engañaron, o mejor... engañaron a los comensales de aquella cena, todo los más poderosos sátrapas del universo allí reunidos para repartirse los despojos futuros, que iban quedar una vez derrocada la tiranía de Dios. Se había exigido y condicionado el tratado a que fuera rubricado por unanimidad.
-¿Cómo que los engañaron?
-Con respecto a mí. Les hicieron ver... es decir, vieron...porque lo que vieron seguramente estaba allí y era igual a lo que veían, aunque lo que veían en realidad... pertenecía a un trozo, bastante similar a la situación actual, pero de un mundo paralelo... Yo lo sé porque de pronto me vi puesto en una extraña situación en un mundo extraño. Tenía algo extraño en todo y yo resultaba ser un líder belicoso que arrastraba a su gente al degolladero, sin importarle otra cosa que el prestigio de su prosapia valerosa. Pues, estaba claro que el líder belicoso había sido, por algún medio enrocado conmigo y trasladado a mi anterior situación de explicar frente a esos capitostes que el pueblo Mandinga consideraba que había que hacer una pausa entre las guerras para tener tiempo de gozar de la vida y renovar aí las ganas de luchar. Pero me cagaron! Ese loco, que también vengo a ser yo, en cambio aplaudió la Alianza Satánica y adhirió a todos sus términos.
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