Sigo acá. Sí, yo, Eustaquio Villalba, un servidor de ustedes a los que les he transmitido tantas cosas y por eso creo tener un poquito de derecho a también opinar de vez en cuando. Me disculparán si encuentran que mi estilo literario no es el más correcto, ni el más en uso, pero es que…soy un hombre del interior que ha mamado en la vertiente más criolla de nuestro lenguaje y que aún sin querer todavía usa algunos giros que pueden parecer arcaicos. Por llamarle giros, como hacen algunos, a lo que no es más que un decir, un decir pasado de moda, que todo pasa de moda y las palabras también. No porque sean feas, que se hace difícil decir que una palabra pueda ser fea, pero fea mismo. Y peor, que hayan sido lindas un día y otro se hayan vuelto feas. Como la palabra “truje”. ¡Qué linda palabra…! Para mí, claro. Puesta en la frase:”cuando truje mi china pal rancho” como hizo un grande de las letras…y yo recuerdo a una maestra mía retar a los otros gurises por pronunciarla comúnmente, en uso de su derecho de co-propietario y co-autor del lenguaje que entre todos conversamos. (Feo es decir como he dicho esos co seguidos por un guión) Tampoco dejaban decir “haiga” ,“albertí” ni tantas otras que a veces estaban en pleno uso hasta en Montevideo.
Pero habíamos empezado por los giros del lenguaje que no es lo mismo que hace el Bosco ese, verdadero o simulado, cuando empieza diciendo una cosa y termina diciendo otra a lo largo de una misma oración. ¿Ve? Esa palabrita inofensiva, “oración” que nata tiene de cacofónica o chirriante, sin embargo a mí se me hace antipática como si una oración pudiera ser una oración. Muy pocas veces las dos son la misma cosa. Muchas otras una oración es una demanda airada, una declaración de amor muy sentida o una palabra sola como adiós.
Cuando escribe Bosco, ustedes habrán notado que parece que en medio de una frase se olvida de lo que estaba diciendo y empieza a decir otra cosa. ¿Cambiará de opinión tan rápidamente? Porque uno puede suponer, o que se olvida o que empieza muy decidido a decir algo que mientras se lo dice a él mismo se da cuenta que estaría meando fuera del tarro y entonces cambia para cualquier lugar tratando de que no se note. Han de ser cosas de la estilística, como dicen que era en el barroco cuando retorcían las formas de las cornisas y también las partes de la oración (otra vez) de modo que quedaran desencontradas como si dijeramos “truje rancho mi china pal cuando”
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