Todos les sonreían menos Manuel, quien con cara de pocos amigos tomó a Chumbo por el hombro y le apartó no lo suficiente para decirle otra vez y cara a cara que se dejara de boludeces con eso de la palabra del señor y los imperios. Chumbo le contestó que se dejara de joder él o acaso ahora no aceptaba bromas y que por otra parte si nadie quería mandar en todos los países ya alguien iba a aparecer para ponerse de jefe.
-Ah, vos querés ser el jefe, bueno yo te nombro jefe. Ahora sos el jefe, bueno, qué vas a hacer ahora?
-¡Nada! ¿qué voy a hacer? Jaja ¿Qué voy a hacer si soy el jefe?
-Eso te crees vos pero para ser jefe hay que pagar un precio muy alto, estás obligado a ser jefe todo el tiempo.
-El jefe está durmiendo no lo molesten.
-El jefe no puede dormir.
-Bueno…vos lo has de saber porque sos jefe…
-Yo no soy jefe un carajo, tarado!
-Sos jefe, Manuel. Sos jefe. Aunque no quieras…sos jefe. Te tirás un pedo y resuena en toda América.
Manuel se quedó callado un momento bajando la cabeza como si buscara algo en el piso con la vista. Después levantó la mirada junto con una sonrisa apretada por la vergüenza. Miró de nuevo a Chumbo como al viejo amigo.
-Hijo de puta! ¡Siempre serás el mismo hijo de puta?
Se abrazaron al unísono. Manuel se retiró un poco y a los ojos del Chumbo les dijo que a vos Chumbo no te puedo engañar, sos demasiado rápido. Pero decíme, hermano ¿vos que harías en mi lugar? Con la mirada lo dijo. Con una solita mirada que quería decir todas esas cosas que Chumbo entendió perfectamente y al punto contestó con otra que quería decir: Ser el jefe. Si los otros quieren que seas el jefe, bueno, vos sos el jefe. Manuel cerró los ojos como quien cuelga el teléfono y agachando la cabeza le hablo con una voz baja hasta un tanto desesperada.
-Yo no quiero ser el jefe!
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