martes, agosto 28, 2007

374 CON ESPUMITA

Una hora más tarde Magdalena preparaba el mate en la cocina mientras todavía Manuel remoloneaba entre las sábanas. Sentía Magda cada célula de su cuerpo respirar holgadamente dentro de su membrana. Estiraba la mano para tomar el paquete de yerba del estante intermedio del armario que sin necesidad de mirar, sabía que estaba justo ahí donde la mano acababa de tomarlo. Porque de una en una la células se lo habían estado diciendo entre ellas y viendo todas, porque todas eran capaces de ver y de hasta simpatizar con el paquete que dentro y atrás del papel impreso, contenía esas miríadas de pequeños trocitos de yerba mate. ansiosos por dar sabor al agua que los muchachos iban a estar bebiendo en unos minutos. La madera del armario vio pasar la mano de la Magda derechamente al paquete y... Bueno, hasta las vetas de la madera ya los conocían, por sus ruidos y si se quiere hasta por el olor. No era cosa de extrañarse, considerando que las vetas de las maderas estaban constituidas por un montón de concreciones materiales que estaban a su vez en resonancia con el aire y con todas las cosas cercanas...con las lejanas también. ¿Quién puede enumerar todas las influencias recíprocas que se tejen en el espacio y en el tiempo?

Manuel por cierto no. Aunque lo viera a veces sin proponérselo, cuando distraído se sentía prolongado en una nota musical que rebota en todos los rincones más cercanos y más distantes a la vez, transportando de alguna manera su ser hasta los más remotos confines del universo. Lo sabía sin prestarle demasiada atención porque había sido un viejo juego de su infancia "prolongarse" como aquel personaje de historieta que era como de goma y se estiraba y se estiraba hasta tocar con el extremo delgadísimo de su dedo la más pequeña estrella del cielo que no siempre es la más alejada sino la más tímida. Tocarla con simpatía y al mismo tiempo nutrirse de esa energía que haciendo cosquillas retorna desde el prolongadísimo dedo hasta el corazón de este ser que le ha tocado en suerte personificar.

Y allí volvía la Magda. Flaca de fierro, mi amor, que viene a tomar mate conmigo porque quiere disfrutar de esta otra manera de estar junto a mí y darme gusto sin anunciarlo, sabiendo que mi gusto es el suyo multiplicado cada vez...

Está... Si ella simplemente está vibrando conmigo, sin palabras, como yo en la otra parte también lo estoy haciendo y es como si los dos moviéramos la boca y la lengua del alma para estar pronunciando la misma palabras sin sonido. Amor. Que es una manera de llamarle a esa sed saciada en el mismo momento de ser concebida y antes apenas de que se haga nueva sed a ser saciada. Siempre. Por una razón que a veces no importa, al menos por ahora y durante todo el tiempo que uno pueda dejarse llevar por esa música.

-Tiene espumita.

-Sí, tiene espumita.

(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

No hay comentarios: