Los cinco de las carquejas no sólo se venían a poner a disposición ellos mismos sino que traían otras novedades. Diez juegos de guijarros perfectamente clonados del Juego que se había dejado olvidado Manuel. Bosco había logrado ubicar el lugar original de donde Mandinga había sacado esa piedra pesada que parecía pertenecer a un extraño aerolito. Miguel conocía técnicas de lapidado muy precisas y Chumbo había resultado poseer una sensibilidad prodigiosa en las yemas de los dedos que le permitía reconocer las distintas piedras con sólo rozarlas. No sólo distinguir las piedras piezo eléctricas de las comunes de mineral medianamente magnetizable, sino cualquier piedra de cualquier otra, sin poder explicar por qué. Lo habían probado con una venda puesta en los ojos clasificando los cantos rodados en tres montones groseros donde iba tirando las que contenían mucho cuarzo, las que eran más ferrosas como el basalto y los pedruscos de areniscas arcillosas que eran abundantes en aquel lugar. El aporte de Ernesto Federico no era menos importante. Tenía terminados dentro de su mente los planos de una interfase para integrar los guijarros con una computadora corriente. Un internet privado imposible pinchar por ningún procedimiento conocido en la tierra y tal vez ni en el otro mundo, mientras tuviesen a Mandinga como voluntario aliado. Giorgionne en cambio no terminaba de redondear una explicación a los extraños procedimientos intra-mentales que estaba descubriendo a partir de tratar de hacer esas cosas que a Manuel le resultan tan fáciles, como meterse dentro de un punto. Había estudiado muchas de esas cosas en libros hinduistas que estuvieron de moda pero nunca los había sentido como algo perteneciente a una realidad que se pueda palpar con sólo un poco de predisposición y de coraje. Ahora había logrado sacar el centro de su mente de dentro del cráneo y pasearle por alrededor hasta casi un metro de radio. Malabarismo que si bien pudiera resultar perfectamente inútil no dejaba de ser escalofriante y seductora fuente, de nuevas ideas para experimentar. Maximiliano había aprendido a manejar las bolas con una habilidad cercana a la del Dengue y había heredado de aquél el puesto de piloto de pruebas y maestro de pilotos de pruebas.
-Bueno cada cual a los suyo, –ordenó sin darse cuenta Manuel- tengo la sensación de que no nos queda mucho tiempo. Tenemos que pòner una bola al servicio de cada comuna y enseñar las técnicas para que no dependan de nosotros. Tenemos que tantear contactos en los países vecinos para establecer bases subterráneas. Tenemos que meternos en los medios de comunicación y difundir nuestras ideas, especialmente la explicación de la guerra cósmica y de lo que son los llamados dioses y demonios…
Allí se interrumpió.
…si no es que se nos han adelantado…
El Cholo le preguntó qué decía.
-Que quién publica esta historia en Internet está haciendo lo que yo digo que tenemos que hacer…
No hay comentarios:
Publicar un comentario