Por casualidad descendieron sobre la Teja cuando unos milicos a caballo, sable en mano arremetían contra algunos valientes que habían sobrepasado sus propias barricadas para ahuyentarlos a fuerza de pedradas como en aquella película filmada en la dictadura que por eso la escena se veía en blanco y negro. Los sables se congelaron levantados casi paralelos desde encima de los cuadrúpedos, pero no bajaron nunca, acobardados por el espanto de verse enfrentados a enemigo superior. Quedaron también registrados por los flashes –belleza de lo macabro- en ese preciso instante en que las bolas llegaban a ser el vertiginoso fondo neutro de la toma, movida por cierto y que a la postre no se sabe si fue revelada. O aquella en que la cara del milico gira advirtiendo que algo se acerca a la derecha, y la izquierda se retrasa la mejilla (con ese lado de la boca) por donde escapan gotas de saliva que también quedan retratadas.
Las bolas pasan al rape de las caballerías asustando a los animales. Una ovación resuena por las cuadras y se abre en las ventanas con ropas tendidas en los balcones. Pasan de nuevo, ahora por encima de los amotinados, en marcha serena de hasta luego todo queda en orden y levantan vuelo para aumentar la perspectiva que enseguida les llama sobre 8 de Octubre y una muchedumbre mayor que muestra contornos movedizos. Pero… No siguen esa marcha. Sobrevolando Bulevar Artigas les ha detenido la espeluznante visión de una columna de blindados que avanza hacia el sur. Hacia esa gente que sigue creyendo aquello de la presencia soberana. No pasarán, dicen los corazones mientras las bolas se lanzan en picada junto con una lluvia de huevos podridos que el ingenioso sistema de las resonancias crea a partir de pensamientos bien dirigidos. Las orugas se empantanan en la tortilla y los uniformados huyen como pueden a quitarse las ropas corriendo por la calle Yaguarí, por Pedernal o a lo largo de la avenida en dirección a los Cuernos. En el medio de Bulevar y a lo largo de tres cuadras, yacen los fétidos blindados.
Enseguida es el barrio del hipódromo el que los llama. Allá han quedado algunos contusos entre los que no han sido detenidos por perturbar la paz social de los otros socios, que son los que definen lo que es la paz. Y lo que es social. Porque ellos son los que estudian para saberlo y enseñárselo a sus hijos para que en futuro sepan defender sus derechos por encima de esa mersa ignorante que sólo sirve para perturbar la paz y reclamar beneficios sin haber trabajado lo suficiente. ¿Verdad doctor?
En el Buceo sobrevolaron un baile callejero que había llenado los árboles de farolitos de colores entre las pancartas que decían TERRITORIO LIBERADO-SOLO DIALOGAMOS CON MANUEL. Por allí no andaban las tropas.
Por el Barrio Sur se vieron algunos turistas tratando de fotografiarse con los tamborileros. Very nice off corse, sin enterarse de lo que pasaba en la ciudad que estaba más bien silenciosa, escuchando sobre su viejo corazón la presión de los tiempos que cambian.
Las bolas parecían multiplicarse al atravesar los cielos en todas direcciones, largando aceite quemado aquí, bolitas de vidrio allá y otras cosas más allá. Por nombrar las menos chanchas y no hacer de esta crónica una larga lista de supuestas gracias insertadas dentro de un relato más bien trágico.
Porque lo cierto fue que al llegar la noche Montevideo lloraba y reía. Se había dividido en un montón de pueblitos autónomos que todavía no agonizaban por la falta de agua y de luz, ni que decir de teléfonos… Recién al otro día se iban a poder iniciar las tratativas con las otras y las otras comunas salvo algunas que habían optado por cortar todos los caños y los cables. Había confianza en lograr acuerdos mutuamente beneficiosos con los vecinos que permitieran el paso del líquido elemento, pongamos por caso, por cañerías que herían su territorio. Porque la cosa se había puesto territorial, vaya a saber por qué. Cada grupo que rompía con todas sus normas anteriores reclamaba primero que nada un territorio como propio para después ver si se escribían o no reglamentos de convivencia o de trabajo en común o separados, para las necesidades internas de la comuna o para su exportación en pago de servicios recibidos de otras.
A la noche se reunieron todos en la caverna reconstruida por los Tucus. La computadora se había salvado intacta del derrumbe y fue el centro de la reunión cuando la usaron como radio porque los canales no transmitían e incluso las radios eran dos o tres. Algunos cronistas aficionados hacían notas muy en caliente en los núcleos de las comunas que hervían de ideas innovadoras que rompían con todas las tradiciones criollas…salvo tal vez las de los indios, entre gente que ayer nomás…o anteayer…eran a veces señores clase media que se habían ganado una posición como pago a sus esfuerzos por trabajar y estudiar al mismo tiempo. Se hablaba de igualdad. De llegar por una vez a realizar la sociedad igualitaria donde lo básico posible estuviera asegurado y al esfuerzo se le premiara de acuerdo a las posibilidades de cada cual sin comparar resultados que no se pueden comparar
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