domingo, junio 15, 2008

553. La Verdadera Patraña

Volvieron en pocos minutos con el sidecar cargado de ropas y la curiosidad de Ernesto multiplicada por cien. En vez de ayudar a Margarita, casi corrió en busca de Manuel, quien sentado en un taburete trataba de mantener mentalmente los estornudos bajo control. Se le plantó en frente para interrogarle sin muchos preámbulos sobre qué historia era esa de los mundos paralelos que le habían hecho creer a Margarita. Cuales eran las reales intenciones ocultas tras dicha patraña, que había conmovido a la pobre mujer caída en profunda depresión por la muerte de su padre.

-¿Quienes son, de verdad, ustedes?

Manuel estornudó con una mano, con la otra hizo señas de esperar, y estirándola, tomó la bola de ropas que le alcanzaba Margarita al mismo tiempo que ya cerraba la puerta de la habitación tras sus pasos. Salió con anchos pantalones a cuadros plateados y un cárdigan té con leche que no lograba ocultar el estridente diseño de lo que se había puesto como camisa, aquella camisola brasilera que justamente Ernesto había regalado al veterano para su último cumpleaños.

Margarita ya alcanzaba jarritos de mate cocido caliente, habiendo dejado, con cierta vergüenza el paquete de galletas abierto sobre la mesa. Les invitó a sentarse en la cocina -el líving carecía aun de muebles adecuados- y a hablar con calma.

-Estos no son temas que -dijo serenamente- se puedan liquidar en tres palabras ni en cinco minutos.

Dirigió la mirada a Ernesto.

-Tal vez usted, Ernesto, debería escuchar un rato en vez de prejuzgar. -Le sonrió- Venga, siéntese aquí, mire, le ofrezco la mejor silla...

Fue Magda quien continuó:

-Me extraña tanta incredulidad en un hombre estudioso de las antiguas tradiciones, la sabiduría del hombre primitivo, la...

Magda pensaba continuar pero, al ver la extrema palidez en que entraba el muy negro rostro de Ernesto se detuvo.

-Pero... ¿usted qué sabe sobre mis estudios?

-En su casa tiene muchos objetos del pueblo Dogón. Su madre...

Ernesto apenas musitó:

-Si, mi madre era dogón...
-Pero ella no le enseñó sobre su pueblo... -arriesgó Magda.
-Nada.
-Quiso saber algo sobre sus antepasados y se encontró con leyendas muy misteriosas...
-Viaje varias veces a la República de Malí para recoger información de la gente que mantenía las tradiciones orales...
-Verdad que no parecen un montón de supersticiones?
-No. Yo no encuentro otra explicación que no sea aceptarlas como una versión, tal vez algo deformada, de cosas verdaderas. Pero...
-Por qué cree que esos seres nunca más volvieron del sistema de Sirio?

Ernesto rió nerviosamente.

-No se. Los Dioses suelen abandonar a los hombres. Hace mucho que no nos visitan...

Margarita corrigió.

-Bueno, si vamos a creer lo que se dice. Casi no pasa año que no aparezca alguna virgen por algún lado.

Y continuó Manuel:

-Estamos bajo una dictadura.

Ahora fueron los dos, Ernesto y Margarita, quienes quedaron pensativos. Ya no podían tomar las palabras de los muchachos a la ligera, pero "dictadura" parecía algo perteneciente a otra conversación. En qué sentido lo diría?

-Nos han contado una historia como la de los tres chanchitos. Los dioses son iguales a nosotros, tienen los mismos defectos, se pelean, son ambiciosos, vanidosos, egoístas... También entre ellos, como entre nosotros hay algunos que son más buenos, pero, por lo general dominan los peores... Porque... Bueno, siempre son los ambiciosos los que organizan las guerras, los que aprenden a luchar, a dominar, a lograr que los demás se tengan que arrodillar frente a ellos...
-¿Guerras...?
-Sí, nosotros estamos bajo el dominio de ese que llamamos Dios. Él es el mismo para casi todas las religiones importantes. Él ha triunfado sobre los antiguos dioses de cuando esto era un territorio fronterizo. El determina lo que es el bien y el mal. El nos exige obediencia y adoración. No permite que algún otro dios se aparezca por esta zona. No quiere competidores...
-¿Y qué gana con eso...?
-Se siente poderoso.
-¿Y acaso no lo es?
-No mucho más que alguno de su contrincantes cercanos. Pero además ... el universo es muy grande y ninguno de ellos es eterno.

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