lunes, junio 23, 2008

555. Equipo de trabajo

Manuel explicó que debían comenzar por donde el trabajo de Abelardo se había interrumpido. El cuaderno de anotaciones de iba a ser la gúía. Trajo a Magda a su lado frente a la mesa con un bloc de papel para las anotaciones. Margarita se puso al extremo dispuesta a recibir instrucciones para el manejo de las llaves de corredera, como solía hacer para ayudar a su padre. Ernesto refirió una conversación que había tenido con el finado en la que le había confesado dificultados para registrar los datos a la velocidad en que aparecían y que pensaba colocar sensores capaces de registrarlos en tiempo real, conectandolos a una computadora común. Margarita confirmó que eso mismo había comentado en el desayuno de su último día, justo antes de que ella saliese a hacer las compras y a la vuelta le encontrase muerto, sobre esa especie de meza con ruedas que usaba para llegar a la zona central de todas las instalaciones, sin apollarse en ellas. Manuel preguntó:

-¿Y cual computadora pensaba conectar?
-Yo le había prometido traerle la mía -contestó Ernesto.- Es más me ofrecí a hacerle un pequeño programa para organizar los resultados según distintos criterios, secuencias repetidas o relaciones numéricas...

El silencio que siguió a sus palabras fue suficiente. Ernesto se colocó el casco y enfilo hacia la terraza de enfrente donde había dejado la Harley. Pronto los estampidos del motor se perdieron en la distancia como los apresurados pasos de Tantor trotando por la sabana. Margarita cerró la puerta del galpón y volvió a su puesto. Manuel invitó a hacer una primera prueba.-Vamos a hacer una secuencia de todos los objetos en cada una de las seis posiciones posibles. Lo hacemos varias veces y después esperamos, dándoles tiempo para un posible contestación.

No pasaba nada.

-Provemos de empezar con todos distintos y hacer una rotación de posiciones...

Los objetos se veían cambiar rotativamente pero nada pasaba, salvo lo que observó de pronto Magda. Que un par de ellos se retardaba con respecto a los demás. El tercero y el quinto.

-El de "y media" y el de "menos diez".

Manuel reaccionó.

-A ver, dejálos libres, Margarita.

Dejarlos libre fue lo mismo que pedirles que bailaran un ballet. Improvisaban series vertiginosas de disposiciones distintas y, aparentemente volvían a comenzar con un mismo motivo al cabo de unos diez segundos.

-Bueno. Ahora yo voy a ir encendiendo los cañones y vemos como cambia esto.

El cambio fue total.

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