Ese era el problema. Dengue volvía a hablar de las bolas y, aunque ahora el tipo ese no hubiese captado lo que quería decir, si se lo dejaban como paciente ya llegaría a hacerlo. Y entonces...
Manuel tomó a su amigo del brazo y comenzó a sacarlo hacia la puerta. Ernesto le reprochó que estaba actuando contra los intereses de Dengue. Necesita el tratamiento- le dijo. Cholo que aquel sujeto no decía la verdad. El alcalde que sin embargo no parecía un terrorista que anduviese raptando gente. ¡Por qué Manuel afirmaba una cosa tan extraña? Regules pergeñó una sonrisa e hizo el gesto típico del que muestra algo increíble. Ernesto observó la inflexible expresión de Cholo, le conocía de varios años en el comité. Un muchacho serio.
-Ellos dicen que usted miente, Regules...
Regules hizo un sonido extraño con su garganta y se puso más que colorado, amoratado. Achinó los ojos, se encrespó como un felino dispuesto a desgarrar con sus zarpas la carne del enemigo. Volvió a emitir aquel sonido y después con una voz que no parecía suya ametralló con los siguientes argumentos:
-Ellos no son inocentes.
Ellos conspiran contra el mundo civilizado.
Ellos se protegen entre ellos.
Ellos no son lo que parecen.
Pregonan una libertad tan absoluta que pondría en peligro nuestro mundo..
No creen en nada, ni ante nada se detienen.
Son drogadictos y promiscuos sexuales.
Revolucionarios incorregibles.
Enemigos del poder y del orden.
Malagradecidos, insolentes y malvados...
Terminó con dificultad. Estaba todo transpirado, le temblaban los miembros. Daba lástima.
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