martes, noviembre 29, 2011

861. Cuidado con el dulce.

              Después todo fue muy rápido. Bajaron en el patio de la casa y cuando estuvieron los cuatro  con los pies sobre la tierra Manuel extendió la derecha hacia Mandinga, quien un tanto confundido, esperaba tal vez un beso filial, se la tomó torpemente, casi a contramano. El hijo le estaba diciendo que ya era hora de retirarse, de dejarle en paz con su familia , con el rumor de la brisa entre las  copas de los pinos, con su trabajo honrado de jardinero, con sus pensamientos.
La bola invisible se elevó sin emitir sonido. Ausencia de una ausencia, como si nunca hubiese estado. Como se borran las fantasías ante el llamado de la cruda realidad, o los sueños, por muy perturbadores que fueran, al sonar del despertador de las siete.Así se borró del espacio y el tiempo... y de las conciencias de los que quedaron a continuar la historia.
Porque la realidad tiene eso de ser hojaldrada, mucho más que un pastel de aquellos que al morder nos quemábamos con el dulce de membrillo que saltaba de forma imprevista. La realidad es traicionera. Ingeniosamente traicionera.

Recién cuando ya entraban a la casa fue que Manuel pronunció su ya famosa puteada comenzada en me cago y terminada en la virgen María.
Pero tenían que dar de comer al niño, y jugar con él. Tenía Manuel que volver a atender sus jardines, que pasar a hacer las compras en lo de Luque...No. Mejor en el autoservicio del chino Wang, sin pasar frente al correo, ni a la farmacia del viejo Miguel, ni al comité de... No eso no era necesario. En realidad iba a ser conveniente tener alguna conversación sincera con el Cholo.

Un par de horas después, tras darle un buen beso a Magda y tres a Ulyces, salió en la bicicleta, callado  y distante, con la mirada perdida más allá de cualquier horizonte. Repechó la subida polvorienta casi parado en los pedales y se perdió por dentro del otro monte de pinos sin aparecer por ningún lado.
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