sábado, noviembre 03, 2007

425 El Llanto de Cholo

Manuel sabía que no lo iban a matar. No iban a hacer algo tan antinatural aunque fuera costumbre en esos casos en que nadie piensa que el acusado se pueda recuperar. Ejecutarlo así sería como pretender tener la razón de una manera absoluta, sin ninguna clase de matices… Ahora… Dejarlo suelto era demasiado peligroso…

Cholo sabía que no lo iban a matar. No iban a hacer algo tan reñido con todos los principios humanistas como matar a un sujeto indefenso por muy asqueroso que pareciera…Ahora…¿Dejarlo libre…?

Ernesto Federico sabía que no lo iban a matar. No era esa la vibración que estaba emitiendo el grupo ni el ánimo que anidaba en su corazón…Ahora bien… ¿Qué hacían?

Dengue sabía que no lo iban a matar. Miró la cara del hijodeputa y encontró aquí y allá, en esa anatomía, pequeños indicios coincidentes con cosas que él había visto en las máscaras de sus pesadillas. Ahora, pensó, nosotros estaremos siendo esas máscaras para él…Habría de ser muy fuerte el miedo que tenía y por lo tanto mucho el ingenio que estaría consultando para zafar otra vez y seguir masacrando gente. No lo podían largar, pero tampoco ensuciarse las manos con sangre.

Chumbo se imaginaba que sus amigos no se iban a animar a matarlo. Era natural, todos ellos siempre habían elegido el método blando y mental para las rebeldías. Tal vez tenían razón, él lo podía aceptar y convivir con esta gente tan poco preocupada de demostrar quién es más macho como le había tocado a él aprender a la fuerza, desde que tenía memoria. Aunque pareciera que estaban jugando un juego de niños… Convivir con gente de la que no hay por qué cuidarse tenía también su encanto.

Vittorio Giorgionne sabía que no era posible ejecutarlo, cosa que de alguna manera se merecía, sin quebrantar todas las imágenes internas, identificatorias del grupo. Sería una herida imposible de cicatrizar y por eso capaz de terminar con el grupo mismo. Ahora iban a tener que exprimirse el cerebro para sacarle la solución al dilema…porque la tercera posición, la condena de cárcel, tampoco parecía viable.

Magdalena sabía y quería que no lo mataran. No quería llegar a ver a los suyos como seres sanguinarios. Ahora… Las alternativas parecían pocas y nada bonitas.

Margarita sabía que los hombres se iban a romper la cabeza pensando los argumentos a, b y c para contrastarlos con los d, e y f y sacar las probables conclusiones 1, 2 y 3 que serían las que ella había pensado desde el principio sin ningún argumento.

Nilo sabía que estaba de visita pero pensaba intervenir en la discusión porque los crímenes de Dow eran contra la humanidad.

Mandinga pudo leer algunos de esos pensamientos con resignación. Sabía de antemano que no lo iban a condenar a muerte, única cosa que podría detener a aquella máquina sin alma y mandársela a sus parientes allá en el segundo tiempo. Que se le iba a hacer, sus amigos eran humanos, la especie más contradictoria que nunca se haya visto. La especie que tanto masacra millones en frigoríficos humano, como llora enternecida por una escena sentimental.

-¿Me permiten proponer una solución transitoria?

Las miradas que se intercambiaron fueron permisivas. Cholo, sin bajar el arma que colgaba de su cuello y de perfil le contestó

-¿Por qué transitoria…?

Mandinga encogió los hombros –con lo que parecía más alto y feo- y abriendo las palmas inocentes a los lados –como si esperara ver si llovía- dijo:

-Porque no creo que lo puedan resolver ahora sin consultar a todos los pueblos que han sido víctimas de ese sujeto…

Aníbal gritó “Guarda que atacan” y cuando miraron restallaban las armar de Cholo y Chumbo, que casi habían caído en distracción al momento en que los clones arremetían por tres puntos al mismo tiempo con pretensiones de que los laterales llegaran a quitarles las armas. Quedaron tres hileras de cadáveres en un charco de sangre gris y el lamento desesperado de Cholo que lloraba hecho un ovillo sobre el suelo.




(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)

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