Cuando los dos enfermeros peso montaña lo agarraron para sacarlo, Manuel pidió calma. Dijo que no estaba en su voluntad y menos en sus costumbres ponerse violento. Ellos le siguieron llevando. Entonces, humildemente, muchachos que no le entendieran mal. Ellos seguían. Por fin: Che loco, no somo amigo, vo? Pero nada, los tipos seguían sin darle bola por aquel pasillo feo que lo iban llevando. Pero, de golpe, las palabras amistosas parecieron llegar al corazón de aquellos gurkas y sin mediar palabra tomaron por un desvío del costado que daba a una escalera por la que bajaron dos tramos hasta llegar a un espacio más feo y menos iluminado que sólo mostraba luz allá en el fondo del costado. Allí fue que le bajaron de la upa y le dejaron pata en suelo para retirarse sin despedida. El lugar estaba lleno de recovecos oscuros que Manuel comenzó a revisar por ver si encontraba algo que le sirviera. Pero enseguida, por lo que tocaba y especialmente por el fuerte olor, conoció que aquello no era más que la morgue. ¡Qué mierda! Y se fue a buscar por el lado de la luz que había visto y que se veía otra vez al fondo de aquellos espacios que parecían una entrada para vehículos que venía de la calle que allá en el fondo mostraba autos que pasaban. Por allí andando la suerte le acompañó porque se topó con un carromato lleno de cosas y encima varias prendas amarillas que adivinó uniformes y que eran de una tela dura como encerada. Ni lo dudó. Agarró un juego de casaca y pantalón y se los puso. Bien que tenían muy feo olor y no eran por cierto de su talle, ahora estaba equipado para tomar el camino de la calle y la libertad! Recién cuando llegó a la calle se dio cuenta que las manchas que había visto no eran otra cosa que chorretes de sangre seca que tenía aquella ropa por todos lados, pero siguió caminando como pudo haciendo ruido con los pliegues y con los brazos separados del cuerpo como un espantapájaros. Suerte que los pantalones eran tan anchos que le tapaban las patas! Enseguida tuvo que doblar en una cortada a media cuadra porque por allá adelante andaba un milico gordo y él nada quería saber de enfrentamientos con la ley. Pero el milico empezó a tocar pito, que era un milico de los que tienen pito y a veces lo tocan. El apuraba el paso y el milico lo seguía…Y claro, lo alcanzó porque Manuel entendió que era imposible correr con todo aquello encima.¿Por qué lo tendría que venir a joder el milico de mierda ese, si él no había hecho nada, ni andar a contramano ni violar menores. qué también! Entonces el milico lo empezó a chamullar, con algunas preguntas boludas que enseguida se fueron al tema de la ropa que vestía. Quería saber la autoridad por qué él andaba así todo chorreado de sangre ( el cana ya se había apiolado) y él pensó en versearle que se había caído de un camión de reparto de carne pero,…Pudo más su orgullo y le retrucó que aquellas eran sus ropas de salir los sábados por la noche y si no le gustaban acaso? ¿Desacato? No, que desacato. A él no se le antojaba desacatarse, así que no se iba a desacatar, ta? ¿Sos uruguayo vos? –le preguntó al pique el cana. Y el- Si, uruguayo. Y el milico también. Ah, mirá, uruguayo y policía? Sí, que le vas a hacer, pero hermano, decime, por qué andas disfrazado así de Freddy Krugger? Manuel le dijo que aquello no era ningún disfraz de nada, pero como vio la mirada incrédula del otro decidió cambiar la línea. Bueno, para decir la verdad… Mirá es una larga historia que empezó allá en Lagomar Norte cuando me raptaron…¿Te raptaron…? Sí y me llevaron a un quilombo en…yo qué sé dónde y como allí se armó una balacera yo…Pará, pará, -casi le grito el milico.- me estás cagando otra vez! O sos chiflado o te haz dado con algo! No, hermano, escuchame, me raptaron sí, y después de un montón de cosas terminé cayendo en un quiosco de aquí cerca que…¿Trabajás en un quiosco? No, me trajeron cuando estaba inconsciente después de pasar por entre los dos cilindros y salir con las historietas, entonces me colgaron con las demás…¿Te colgaron? Sí me colgaron de un piolín, pero el piolín se reventó. ¡Basta! ¡Basta! Vamos pa la doce. Desacato y disfraz no autorizado. No hermano, es que si me saco esto ¡quedo en bolas y en patas! No podía andar así por Buenos Aires. ¿Así que la ropa no es tuya, eh? De donde la robaste? La autoridad tras hábil interrogatorio, pasando de una cosa a otra fue obteniendo las confesiones y las pruebas del delito. Ayudó un poco que las prendas tuvieran pintado un letrero a la altura del pecho, la casaca, y del culo el pantalón, con letra cuerpo 24. Hospital de Niños -sección Morgue- Todo listo.
Entra uno. Nombre: Julián. Apellido: Ah, apellido…y según…Cómo según? Y esas cosas…Le tiraron en un calabozo frío y húmedo como todo calabozo, con cargos de apropiación de vestimenta sucia de establecimiento público agravado con ser vestimenta de tipo uniforme con lo que se presume usurpación de funciones. Con más agravantes por polución ambiental en el grado de olores fétidos en la vía pública y deambulación incierta por parte de indocumentado que se dice oriental. Por la mirilla de la puerta se asomó el cana uruguayo para consolarle. Manuel debía tener en cuenta que la había sacado barata gracias a él, Gonzalito el yoruba. Porque la ley es la ley y en eso siempre hay que ir al pié del que manda. Manuel de Gonzalito y Gonzalito del que tiene arriba. Pero que él, Gonzalito había sido quién discutiera con el escribiente para que constara que los bienes hurtados lo habían sido de un establecimiento público. Que si se entendía que lo eran de uno privado sí que se la iba a comer doblada. Porque eso ya hubiera sido ataque a las instituciones.
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