Manuel se asomaba por sobre la puerta trasera cuando apareció una cabeza por allí abajo. Era la cabeza del camionero quien se fue aparar frente a la puerta y levantó la mirada …justo hacia la cara de Manuel. Lo vio, por supuesto que lo vio y le empezó a gritar –Che, qué hacés ahí? Bajate o llamo un patrullero. Mirá ya lo estoy llamando!-blandía en la derecha un celular-No, no lo llames! Ya me bajo- Mirá que estoy armado! –Y yo no-, contestó tranquilo Manuel.-¿Cómo subiste?-En la comisaría.- Pero ¿cómo?- Adentro de la alfombra, boludo. ¿Vos no te fijás en lo que te cargan?- Y ¿qué hacías dentro de la alfombra?- Trataba de respirar.-No, digo por qué estabas ahí?- Ah eso es largo de contar, pero decime vos, ¿para dónde vas con el camión?-Para Entre Ríos.-Ah, qué bueno. ¿No me llevás?
En eso un auto hizo el mismo desvío que ellos para acercarse al parador que quedaba a unos cuantos metros. Sus faros los iluminaron y el camionero vio el estado de Manuel que recién entonces para él dejaba de ser un poste que hablaba en la oscuridad.-¡Pero estás en bolas! ¿Qué te pasó?- No te digo que es largo de contar. Si me llevas te cuento en el camino.- Bueno, pero yo voy a comer algo ahora, vení conmigo…Bue, así no vengas, yo te traigo. Que querés?- Loco…estoy en bolas, no tengo plata!- Por eso mismo te digo, ¿qué querés?- Un sanguche de milanesa!- Listo. Vení esperame en la cabina.
El hombre no demoró mucho. Manuel recién terminado de acomodar en el asiento y prendida la radio, había buscado y encontrado una posición en la que nada del cuerpo le doliera. Enseguida vio aparecer al camionero-de-fierro con sendos sanguches de milanesa gigantes y una gaseosa de 2 litros. –Apagá la radio –le dijo- ahora me vas a tener que contar esa historia tuya que me parece que…Pero primero comete la milanesa!- Terminar de comer y beber y después bajarse a mear les llevó un rato, al cabo del cual Manuel preguntó si quería la historia contada desde el principio, a lo que el camionero respondió que sí, que desde el principio. Y como Manuel le advirtiera que iba a ser muy largo, él concedió en que desde el principio pero contando sólo lo principal. Manuel contó entonces lo siguiente:
Yo estaba cagando en mi casa y en eso me caí en un agujero redondo que me llevó hasta un quilombo chino donde se estaban cagando a balazos, entonces yo rajé para la puerta de vaivén y vi que del otro lado no había nada, pero igual me tiré y caí enredado con una tira de papel que me arrastró hasta la imprenta que la chupaba y yo me desmayé. Cuando recuperé el conocimiento estaba colgando en un quiosco para la venta y con mi peso reventó el piolín y el hombre se enojó, por eso salí corriendo por Corrientes, así en calzoncillos y me fui refregando con todo el mundo y llegue al obelisco re-chairado pero no me podía quedar así. Como tengo un amigo en Merlo quería preguntar dónde era y crucé a preguntar y una mujer me atropelló y me tiró a la mierda que me tuvieron que llevar al hospital, pero en el hospital dijeron que no tenía nada, que me fuera y me dejara de joder. Entonces les pedí prestado un mameluco y cuando salía un milico me confundió con otro que había robado un uniforme de la morgue y me llevó detenido pero después se dieron cuenta que habían metido la pata y quisieron hacer como que nunca me habían detenido porque el otro, el verdadero chorro ya había sido detenido por otro milico y había confesado. Por eso me sacaron envuelto en la alfombra para que nadie me viera y me tiraron en la caja de tu camión que vos sacaste a los pedos de ahí y después logré desenvolverme y justo vos me descubriste y me convidaste con un sanguche de milanesa y aquí estamos. Ahora, digo yo, si vas para Entre Ríos, seguro que vas a pasar cerca del puente que pasa para Uruguay y entonces, como yo soy de allá me quedaría bien que me tiraras por ahí cerca que yo después hago dedo y vuelvo a mi casa que quiero seguir haciendo lo que estaba haciendo cuando empezó toda esta mierda.
El camionero quedó embobado con la historia a la que aceptó como indudable en todos sus detalles aun los que no había entendido. Es que era un tipo con mucha experiencia en esas cosas. Experiencia adquirida por su oficio, en tantas noches de viajes solitarios con luna o sin ella y encuentros de todo tipo. Según lo que dijo el caso de lo ocurrido a Manuel era uno más de lo que se llama abducción. Esa bola o agujero no era otra cosa que un tipo de trasbordador que usaban para llevar cosas a la nave y que una vez allí, los tipos con su alta tecnología que nosotros ni llegamos a comprender, le abren la cabeza a la gente y gravan en el cerebro recuerdos falsos como eso de los dibujos en la piel. Y por último si lo abandonaron en el centro de Buenos Aires en pelotas era un caso más de los que se dan seguido donde queda en claro que los tipos hacen bromas y chistes que nos resultan extraños pero que ellos seguro que disfrutan mucho.
Manuel no había pensado que toda su historia pudiera ser sólo una broma o un falso recuerdo, algo irreal. Pero ahora dudaba…y también dudaba de la duda. Porque lo que él había visto, lo había visto y…Si se ponía a pensar que lo que veía pudiera ser una broma entonces toda su vida…Y además que él no había visto ninguna nave ni ningún E.T. ni… Y además, y además…Claro, se había olvidado de contarle al amigo camionero que la historia ya había salido publicada en Hora Cero, dibujada por Hugo Pratt! Ahora se lo contó. Mientras el amigo le hablaba de sus rutas y de su Rosario natal, le fue contando de cómo la había visto a la revista en la puerta de Vaivén. Pero el iba diciendo que se llamaba Ernesto y que ahora vivía en la capital.-En la tapa de hora cero estaba el anuncio.-Bueno, que vivir, vivir venía a ser una manera de decir las cosas porque más tiempo se pasaba en aquella cabina manejando, o si no en algún hotelito de mala muerte por cualquier lugar y…¿Cómo que en hora Cero?! No te voy a permitir faltarle el respeto a Hora Cero que no sale hace un montón de años! Que no le iba a decir a él que tenía toda la colección incluido los números extras y todo! ¡Qué vas a salir pibe! Te queda muy grande! ¡Y dibujado por Hugo! ¡Por favor!
Manuel vio que el hombre se estaba poniendo verde y empezaba a supurar un líquido viscoso por todos los agujeros de la piel. Por eso se puso en guardia y en cuanto uno de los tentáculos del monstruo se empezó a acercar a su cogote, abrió la puerta y se tiró a la ruta adoptando la forma premeditada de una pelota que tras pegar contra la esquina de la caja del camión, rebotó lejos, cayendo por suerte sobre el pasto, donde tras varios sordos rebotes se detuvo sobre un charco de agua barrosa.
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