A las ocho de la mañana el sol se elevaba con total naturalidad sobre las copas de los pinos y la calle cuando frente a la casita, frente al mismo hueco sin portón que era la entrada, manos anónimas se golpeaban con intención de que alguien saliera a atender.
Magda taloneó hasta la ventana y dijo escuetamente: otro cartero.
Otro, porque no era el mismo aquel que les trajera cartas extrañas. Y porque tampoco vestía de la misma forma. Éste parecía haberse bajado del pequeño autito que allí se veía en el medio de la calle luciendo su impecable pintura rosa nacarado, y un logo en la puerta con aire de golondrina y un par de letras galantes.
Correo privado.
-¿Y qué quiere, -preguntó Manuel sin sacar la cara de entre las sábanas cuando ya la flaca reentraba a la cama.
-No se... Supongo que otra carta... la dejará en el porche.
Manuel se despabiló.
-¿Otra carta...?
-Es un cartero...
-¿Pero carta de quién...?
-Y yo qué se! Los carteros entregan cartas...
Ahora fueron de Manuel los talones que sonaron en fila india hasta abrir la puerta para que él sacara la cabeza afuera y mirara el piso del porche en busca de un sobre tirado.
No no había sobre. En cambio un poco más allá, parado más sobre una pierna que sobre otra había un individuo sonriente dentro de un uniforme pedestre. Extendía en ese momento el brazo en cuya mano yacía un sobre de papel. Una carta.
-Por favor... si me firma el recibo...
El sobre era más grande que lo normal y en un ángulo mostraba un par de letras en relieve, como las azules en la puerta de aquel auto que estaba en frente. CoCo. Eso era. En realidad cuatro letras, aunque las oes fueran mucho más chicas.
Compañía Comercial
CoCo
Resultaba ser que esta gente del correo privado trabajaba para una compañía internacional que se dedicaba a todo y en todos lados. Canales de televisión. Playas de estacionamiento, moteles en la ruta y de todo
.Siempre sonrientes y con buenos modales. Se los veía en un par de fotos frente a otros que demostraban su gratitud con sonrisas aun más grandes. Los beneficiados por la Compañía Comercial eran incontables alrededor del mundo.
.Siempre sonrientes y con buenos modales. Se los veía en un par de fotos frente a otros que demostraban su gratitud con sonrisas aun más grandes. Los beneficiados por la Compañía Comercial eran incontables alrededor del mundo.
Sea usted también un beneficiado!
-¡Salir en calzoncillos por esto! ¡Qué boludez!
Al arrojar el sobre con bronca a un lado fue que notó que adentro traía algo más que aquel folleto. Una hoja escrita a máquina, con membrete CoCo y una gran firma allá abajo.
Sr. Manuel Espartaco Aquelarre Goiticoechea.
Presente.
Quisieramos tener un encuentro con usted para hablar de las enormes ventajas económicas y de prestigio que le podemos ofrecer a cambio tan sólo de que nos autorice a publicar la historia de su vida bajo forma de novela.
No se preocupe, la compañía puede solucionar cualquier inconveniente, de modo que a usted no le sea más gravoso que contarle a nuestro personal especializado los episodios relevantes de su vida.
Quedando a la espera de su respuesta, por Compañía Comercial, Rudolf Rhom, Gerente de Área Cultural y Asesor de la Junta Administrativa.
Firma.
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