Se preguntaba cuál sería aquel lugar, paraíso terrenal de un cuadro de Van Gogh, que le sonreía en el alma. Porque al modo de los primeros veeeh veeeh de los corderitos recién nacidos, por dentro sentía una efervescencia alegre, que le daba ganas de brincar.
Hubiese empezado a hacerlo de inmediato si no fuera porque alcanzó a ver allá adelante un brazo que se agitaba por encima del alambrado que daba fin al plantío. Un cuerpo de hombre que trepaba o intentaba treparse encima del alambrado y ese brazo, otra vez, que se agita de un lado a otro con intención de hacer señales. Señalarle, bah, advertirle... que era a él a quien le querían llamar la atención...
Ni más ni menos que Don Miguel, era. Y parecía estar alarmado. Con insistencia le hacía señales de que se apurara, guacho boludo que no sabe la que se le viene y camina tan campante.
Corrió hacia él, cruzó el alambrado y quiso preguntarle al viejo cuál era el motivo de tanta bulla, pero no pudo. El anciano corría ya varios metros adelante en busca de refugio,
-¡Apurate, nos pueden ver!
Por último el viejo levantó una chapa mal clavado de un viejo galpón con aspecto de granja yanqui y se escurrió ágil como una lagartija en su interior. Se acababa de correr a campo-traviesa más de docientes metros de pastizal salvaje y aun tan brioso! Le pareció extraño a Manuel aun antes de llegar al galpón ya cansado siendo mucho más jóven. Cuando levantó a su vez la chapa lo hizo jadeando y bastante le costó entonces adaptar su vista a la penumbra.
-Sos el verdadero enviado, disculpame, -le disparó desde algún lugar hacia la derecha.
Cuando Manuel comenzó a verle estaba espiando hacia afuera por un agujerito de la chapa, sin dejar por ello de hablarle.
-No podía darme por enterado hasta no estar seguro de que vos eras vos y no otra de tus personalidades de cualquier otro mundo, o bien cualquiera parecido,
-Yo no soy ningún enviado, don Miguel.
-Bueno que no lo creas no cambia nada. Yo he sido avisado de que vendrías. Es posible que aun no hayas hecho consciente la misión que te ha sido encomendada.
Media hora de discutir no hicieron mella en su fe, porque era una fe, sin duda, aquella que creía en las trascendental misión que venía a cumplir Manuel en este Mundo. Era una secta que se había formado sobre la base de los datos publicados en Internet en un blog muy popular, una vez procesados por una complicada fórmula críptica, e interpretados los resultados por el hermano Alfa Z. El último calculo había sido por demás exacto en todos los aspectos.
-Por eso estábamos esperándote. Tuvimos dudas hasta que la Organización Gris te raptó
-¿Como se llama su iglesia?
-No es una Iglesia. Somos librepensadores. Librepensadores pero no boludos.
-Boludos, no. Tal vez les manden a otro. Yo no he venido más que a vivir en paz unos años junto a mi familia.
-Vení, te voy a presentar al hermano Alfa Z. Él te va a mostrar las razones por las que te estábamos esperando.
-¿Una hermandad...? Que viene a ser eso...?
-Somos hermanos en el conocimiento.
-¿El conocimiento de qué...?
-De que siempre nos han tenido engañados. Nada es como parece.
Hubiese empezado a hacerlo de inmediato si no fuera porque alcanzó a ver allá adelante un brazo que se agitaba por encima del alambrado que daba fin al plantío. Un cuerpo de hombre que trepaba o intentaba treparse encima del alambrado y ese brazo, otra vez, que se agita de un lado a otro con intención de hacer señales. Señalarle, bah, advertirle... que era a él a quien le querían llamar la atención...
Ni más ni menos que Don Miguel, era. Y parecía estar alarmado. Con insistencia le hacía señales de que se apurara, guacho boludo que no sabe la que se le viene y camina tan campante.
Corrió hacia él, cruzó el alambrado y quiso preguntarle al viejo cuál era el motivo de tanta bulla, pero no pudo. El anciano corría ya varios metros adelante en busca de refugio,
-¡Apurate, nos pueden ver!
Por último el viejo levantó una chapa mal clavado de un viejo galpón con aspecto de granja yanqui y se escurrió ágil como una lagartija en su interior. Se acababa de correr a campo-traviesa más de docientes metros de pastizal salvaje y aun tan brioso! Le pareció extraño a Manuel aun antes de llegar al galpón ya cansado siendo mucho más jóven. Cuando levantó a su vez la chapa lo hizo jadeando y bastante le costó entonces adaptar su vista a la penumbra.
-Sos el verdadero enviado, disculpame, -le disparó desde algún lugar hacia la derecha.
Cuando Manuel comenzó a verle estaba espiando hacia afuera por un agujerito de la chapa, sin dejar por ello de hablarle.
-No podía darme por enterado hasta no estar seguro de que vos eras vos y no otra de tus personalidades de cualquier otro mundo, o bien cualquiera parecido,
-Yo no soy ningún enviado, don Miguel.
-Bueno que no lo creas no cambia nada. Yo he sido avisado de que vendrías. Es posible que aun no hayas hecho consciente la misión que te ha sido encomendada.
Media hora de discutir no hicieron mella en su fe, porque era una fe, sin duda, aquella que creía en las trascendental misión que venía a cumplir Manuel en este Mundo. Era una secta que se había formado sobre la base de los datos publicados en Internet en un blog muy popular, una vez procesados por una complicada fórmula críptica, e interpretados los resultados por el hermano Alfa Z. El último calculo había sido por demás exacto en todos los aspectos.
-Por eso estábamos esperándote. Tuvimos dudas hasta que la Organización Gris te raptó
-¿Como se llama su iglesia?
-No es una Iglesia. Somos librepensadores. Librepensadores pero no boludos.
-Boludos, no. Tal vez les manden a otro. Yo no he venido más que a vivir en paz unos años junto a mi familia.
-Vení, te voy a presentar al hermano Alfa Z. Él te va a mostrar las razones por las que te estábamos esperando.
-¿Una hermandad...? Que viene a ser eso...?
-Somos hermanos en el conocimiento.
-¿El conocimiento de qué...?
-De que siempre nos han tenido engañados. Nada es como parece.
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