martes, octubre 06, 2009

743. El Bicho

A todo esto Don Miguel Azpitarte estacionaba su autito azul desteñido frente a Los Dogones y, viendo que el portón estaba abierto de par en par, ya se bajaba y comenzaba a traspasar el umbral con decididos pasos... al principio. Porque al levantar la vista hacia el interior de aquel hermoso jardín comenzaba a tener sentimientos confusos sobre lo que sus cansados ojos le querían hacer creer que estaban viendo. El paso se le estaba frenando y las manos instintivamente se le elevaron a recoger los lentes para limpiar los cristales con el pañuelo y volverlos a su lugar, pretendiendo que ya no vería el mismo silencioso escenario de esas personas estáticas acá y allá y aquel pequeño grupo escultórico, compuesto por alguien muy parecido a Eleuterio Bermúdez, el neurólogo y psiquiatra, sentado de piernas abiertas sobre el césped, y una persona puesta a gatas sobre el suelo y con la cabeza dentro de un arbusto, tal vez buscando allí alguna ruta de hormigas.
Se detuvo. Ahora estaba reconociendo en el agachado a su amigo Ernesto Federico de Oliveira e Souza, pero... había algo sumamente extraño en todo el conjunto, se diría... O se podría suponer que... momentos antes de su llegada habría sucedido algo grave... Esas actitudes expectantes, ese silencio macizo que ni las hojas de los altos álamos se atrevían a desafiar con el menor susurro, ni el ladrido de lejanos perros, ni... Pero además... Ahora, allá por la puerta del corredor de la casa estaba viniendo y bajando ya los escalones un carpincho guacho que quién sabe de qué jaula se habría escapado. Un carpincho de pelambre reluciente, casi anaranjada bajo la luz directa del sol, y nada esquivo, puesto que decididamente de venía dirigiendo a los dos de la escena en el pasto. ¡Qué animal más hermoso!

Ahora todos se ponían en movimiento. Corrían varios con aparentes intenciones de atrapar al animal, que sin embargo... No era atrapado, ni molestado en su avance! Es más. Cada vez que lo tenían al alcance de las manos...Parecían temerle pues reculaban y apenas querían detenerle con voces, con extrañas voces...

Don Miguel se apresuró a acercarse para ayudar, pero una vez que estuvo cara a cara sintió lo mismo que los otros.¡El bicho estaba hablando con Manuel, el nieto de Abelardo! ¡El bicho estaba hablando!

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