miércoles, octubre 21, 2009

749. Cosquilleo en los Testículos

A todo esto Ernesto Federico, cansado de esforzarse para escuchar desde lejos lo que Don Miguel contaba, había sacado la cabeza del arbusto y con disimulo avanzado, arrastrándose sobre el pasto, de espaldas y sin levantar la mirada. El doctor Bermúdez le seguía de atrás, por no decir adelante, en alternados momentos con los que empleaba en tomar pequeñas notas en su pequeña libretita. Fueran apuntes sobre la extraña conducta de su paciente, o fueran complicados nombres de específicos farmacéuticos daría lo mismo. La realidad se había separado tanto de los senderos tradicionales que...

-Usted me podría ayudar a hacer una prueba- dijo en un silencio lagunar Manuel.

La expresión del viejo se transformó como la de un niño sorprendido comiéndose el dulce de leche del frasco. To be or not... Una cosa era entusiasmarse con las maravillosas aventuras del pasado y otra... cargar de nuevo con aquellas responsabilidades.

-Es posible que esa máquina precipitara la muerte de tu abuelo...
-No lo creo. Él me lo hubiese dicho...

No dijo, por tramposo, que Abelardo jamás le hubiese contado una cosa así porque... simplemente porque el Abelardo que él había tratado en el otro mundo, no era por supuesto el Abelardo que había fabricado y utilizado el hipercubo. ¿Pero acaso no era completamente lógico que si las múltiples dimensiones existían (y vaya si existían), permitieran no sólo la vida sino cualquier transformación de los cuerpos necesaria para el transporte? Ellos -se refería a los ellos de la tierra 7 (¿era la 7?)- se habían cansado de traspasar dimensiones sin otra consecuencia que un muy agradable cosquilleo en los testículos.

-A mí no me produjo ningún malestar- acotó Úrum

La espalda de Ernesto Federico ya era parte de la rueda. Bermúdez miraba a los que conversaban con innegable aire de sensor, salvo a Úrum, al que ni miraba, ni oía, ni veía, ni hubiese nunca reconocido como algo real. Ja!, ya a él con esas de los hispano parlantes, es decir animales parlantes, es decir... Porque hace mucho que está probado científicamente que los animales no hablan, ni piensan ni sienten otra cosa que no sea hambre o sed


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