La vieja trajo y colocó dos pocillos sobre el mantel verde de la mesa. Un azucarero amañado de una lata cuadrada cuyo tigre pintado ya se deslucía bajo las rayas múltiples del paso de los años. Se sentaron ambos en los taburetes y tomaron galletitas María de las que restaban en la panera, quebradas y tal vez un poco húmedas. Ella miró con mirada clara de buenos sentimientos, no por clara sino por blanda.
-Ahora contame lo que te está pasando…
Manuel se atragantó con la saliva. ¿Cómo ocultarle algo a una mirada así? Sabía que contarlo todo iba a ser para problemas…Pero, ocultarlo…Bué.
-Lo que me pasa es que de repente aparezco en otro lado y hago cosas que después me olvido.
-Yo me olvido de todo…
-Pero yo me olvido después, ahora no. Ahora me acuerdo.
-¿Cómo…?
-¡Claro! Yo ahora estoy acá porque me trajeron…hasta un lugar…Pero yo no vine. Yo estaba caminando por Lagomar y de repente me caigo en un agujero, un tubo de goma que me apresa y me lleva hasta Rincón del Cerro y ahí me quieren torturar!
-¡Al carajo!-gritó la vieja.
-Pero si vuelvo a Lagomar me olvido de todo y ni cuenta me doy.
-Pero ¿por qué?
-Y yo qué sé!
La señora no comentó más por el momento. Por el momento se quedó pensativa mirando a Manuel quién notando el silencio producido después de sus últimas palabras, se fue poniendo colorado y más colorado mientras enredaba los flacos dedos y les hacía largar mentiras al tiempo que se le desataba su único tic conocido consistente en un tirón de su labio superior derecho en dirección noreste, pero de improviso! Cosa que le ocurría de vez en cuando si se ponía nervioso, como cuando alguien le miraba de forma sostenida como para no perderse detalle de sus gestos o esperando, tal vez, que hiciera alguno en especial por el cual se le fuera a premiar o castigar, según el caso.¡Estoy loco! Sí, yo estoy totalmente loco,-pensó. Ahora me paso pensando todo el tiempo, como si el pensamiento fuera…sí, está bien que es gratis pero, cuesta…a todo el organismo…en general, un esfuerzo…No vez que los tipos que piensan mucho se vuelven viejos enseguida! Y los viejos… La vieja.¡La vieja me sigue mirando! Y yo… ¿Y si yo agarro y la miro a los ojos así…?
Manuel se zambulló en el suave océano azul grisáceo de la mirada de la doña esa, que tenía enfrente. Abiertas las puertas y los balcones y todas las entradas, que toda ella se abría a su paso y le recibía sin desconfianzas ni temores. El estaba mirando una mirada que le miraba y por momentos hasta le tocaba en algún lugar sensible del interior que él, no recordaba haber sentido vivo. No era fea, ni tanto de vieja como le había parecido al encontrarla. Descubría ahora en aquellos rasgos las huellas de la belleza perdida o las huellas… de algo que ahora se había vuelto hermoso. Como la cara de una madre o abuela. Era linda…ahora terminaba de aceptarlo y de pronto le vino la pregunta que no había pensado hacer.
-Usted, cómo se llama?
-Fátima.
-Yo, Manuel.
Se iba a producir un encuentro cercano. Estaban dadas las condiciones, la atmósfera se había puesto en movimiento, primero envolviendo las nubes en amplios giros que sin prisa jugaban con las volutas despeinadas, pero después, arrastrando las grandes masas cálidas que pronto empezaban a levantar la presión de las arterias y aumentar las pulsaciones alternantes de las sienes y algún brillo…Porque algún brillo-destello por lo menos se habría producido ya, o estaba a punto de producirse al cruce de las miradas o al roce involuntario de la piel de dedos distintos al tomar en la panera una misma galletita
No hay comentarios:
Publicar un comentario