Como el pedo era fuerte, le costó llegar hasta la carretera. Anduvo a los tumbos por entre los pastizales de la chacra, se perdía por momentos, se le caía la bicicleta de la mano y tenía que agacharse a recogerla, se le olvidaba para dónde iba o qué andaba haciendo…Pero volvía a encausar el pensamiento alrededor de una sola idea: alejarse pronto de allí. Alejarse era carretera y carretera eran las luces que circulaban allá adelante en el repecho…Llegó!
Era una carretera moderna con mucho tránsito apurado que hasta creyó conocer de antes. Se detuvo en la banquina a revisar los rayos de la chiva que…pero los vehículos le pasaban raspando y le empujaban con el ventarrón casi a punto de derribarle, de modo que se imaginó en esas condiciones tratando de hacer equilibrio sobre las dos ruedas…no! Se iba a ir al carajo! Era mejor caminar llevando la bici tomada del manubrio y con el tiempo y el fresco de la madrugada ya su estado iría mejorando…¡Todavía sentía la lengua hinchada! Hijosdeputa! Pero al fin…les había ganado! Qué bárbaro. Con el poder de su mente había dominado al milico. Claro que el Tercero era el más estúpido de los tres pero…Lo había hecho sólo con el pensamiento! Lo de ahora era otra cosa. Por ejemplo ¿Por dónde andaría? Es decir: ¿Dónde mierda estaba? ¿Y Lagomar?
Por suerte diez metros adelante había un cartel indicador que, con una flechita hacia su lado, marcaba un desvío a Santa Catalina… El Chumbo! No era acaso a Santa Catalina que se habían mudado el año pasado…? Síii….y hasta era posible que…¡Pero su cabeza no estaba para eso! El Chumbo! Capaz que lo podía encontrar…El Chumbo….era bravo! Bue, pero era su amigo de toda la vida que su madre con su vieja iban de jóvenes a las llamadas y…siempre volvían acompañadas de algún negro o mulato que les gustara y de esas cosas terminábamos naciendo nosotros, todos los gurises que él había conocido medio pintados de tonos intermedios rebuscándose en las calles o inventando oficios algunos con más éxito que otros y después juntándose con otras tan perdidas o encontradas que terminaban siendo con ellos una tipaza junto con un tipo de la planta…
Manuel se detuvo y se pasó una mano por la cara, estaba sorprendido de todo lo que había pensado de un tirón. Primero daba órdenes con la mente y ahora esto! ¿Qué sería lo que le inyectó el puto ese? Pero estaba bien. Se sentía crecido porque viéndolo ahora, ya separado unos instantes, todos esos pensamientos sobre su vida, sus amigos y las madres, no estaban nada mal. Eran…como una fotografía de las vidas todas juntas en un instante….Y ahora se estaba dando cuenta de otra cosa! Le acababa de llegar como en un flash una evidencia, que era la evidencia de no ser un idiota!
A todo esto hacía un ratito que Manuel caminaba el desvío a Santa Catalina, con su bicicleta agarrada del medio del manubrio y paso ya más seguro que se hamacaba a zancadas como si en realidad fuese siguiendo aquel animal cuadrúpedo que iba tomando del cogote, en vez de conducirlo. De vez en cuando levantaba la cabeza y parecía olisquear en el aire en busca de un camino que seguramente ignoraba y la volvía a bajar, corrigiera o no el rumbo, para seguir con sus pensamientos…y volver a hacerlo y…
Hasta que llegó a la casa, casilla de lata y algunas tablas del Chumbo. Era esa y no sólo era esa la casa del Chumbo, sino que él sabía que allí dentro de la casilla estaba el Chumbo en persona, durmiendo o…Se paró frente al tejido que separaba las chapas de la vereda y confirmó en la penumbra que una ventanita no estaba del todo cerrada. Dijo: Chumbo, chumbo. Y como no daba resultado, tomó piedritas del suelo y las fue arrojando sobre las latas. De pronto una sombra redonda se colocó en el centro de la ventana. ¿Manuel…? ¿Sos vos? – Sí, boludo, dale!
Ya adentro, el Chumbo, extrañado de la visita de Manuel en la madrugada…y con ese aspecto, lo abarajó en una pregunta.¿En qué fato andás? Y antes de que se le contestara se había tentado de risa, suponiendo que Manuel anduviese de correrías, ganando o en algo grosso. Y la risa del Chumbo se le hizo contagiosa a Manuel quien no terminaba de salir del viaje de la inyección del Tordo, y se reía de suponer que el Chumbo suponía…Y el Chumbo se confirmaba en sus sospechas al percatarse de que Manuel venía volando y así, entre bromas, suposiciones y preguntas no contestadas, el Chumbo le dijo a Manuel que ahora vivía del robo, del achaque y de ganar, y que la vida era así, mirándola a través del rojo del vino en el vaso y comiéndose otra torta frita fría húmeda de gotas que las chapas del techo transpiraban y que se tenían que cuidar de la cana, porque la cana estaba para evitar que uno pudiera recuperar robando, lo que los de arriba nos robaron antes y que él no tenía huevos para ser héroe o tal vez no quería tanto a los suyos como para hacer justicia para los demás pero sí para hacer la suya, a riesgo de su propio cuero y sin meter a nadie en el medio ni echarle la culpa a nadie por haber nacido pobre y bruto, pero que no le vinieran con la honestidad y la buena educación. Porque a nosotros, Manuel, -casi gritó el Chumbo- a nosotros nos achacaron antes de que naciéramos!
Se quedaron callados un momento mientras el Chumbo se puso a buscar algo, agachado junto a unas astillas de leña apenas iluminadas por la tristeza del candil. Desde ese costado, más calmo ahora y con otra voz, acariciando una vieja amistad preguntó en serio de dónde venía y en qué andaba.
-Vengo de Lagomar-comenzó a contestar Manuel- salí de allá…y…aparecí…acá…
El Chumbo se enderezó de su búsqueda chupando un caño que estaba encendiendo y con sonrisa cómplice le quedó mirando y empezó a sacudirse en un resuello, como si se riera sólo con los pulmones.
-¿Qué carajo decís? Loco, tenés un mambo!
-Es que me inyectaron…
-¿Quién te inyectó?
-Unos tipos raros. Milicos sin uniforme…
-Qué te inyectaron?
-Yo qué sé! Algo para que hablara…
-Y hablaste?
-Si les dije lo mismo que les había dicho antes pero no me creyeron. Se enojaron porque siempre les decía lo mismo y me querían torturar!
-Y qué querían que les dijera?
-¡Yo qué sé…!
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