Al levantarse el sol la niebla se iba retirando y descubriendo un cielo sin nubes. Manuel, ya libre de mareos aunque bastante hambriento, entendió que debía administrar sus energías para poder llegar a Lagomar. Pedaleaba lento, sin ningún apuro rumbo al centro de Montevideo para desviarse en Bulevar y buscar Avenida Italia. Era la ruta de la vuelta a la vida normal, porque…algo le estaba pasando. Algo estaba pasando en su vida que lo sacaba de la normalidad. Ya era la segunda vez! ¿Estaría loco? Todo lo que últimamente le estaba ocurriendo de raro ¿no sería sólo un sueño extraño producto de una locura que le estaba dominando?
Los tipos esos,-pensaba- Son torturadores…milicos torturadores…como los de la dictadura! No tendrían que existir ahora! Y sin embargo…!
Le detuvo un semáforo en rojo. Apoyó un pié sobre el cordón. Vio pasar una viejita, dos niños y un perro que no parecía ser de los niños, ni de la viejita…y la viejita no parecía tener que ver con los niños y ellos, los niños sí, parecían tener que ver entre ellos porque se tocaban y se pegaban y uno le hacía burlas al otro, y el otro también. Más adelante –pensó mirando y reconstruyendo la memoria, hay una curva y más allá sí, seguiré hasta Bulevar.¿Estaré loco?
Siguió la marcha lenta, metido en tupido transito, apurado por los autos y frenado por los ómnibus. Faltando poco para Bulevar, la sed que venía sintiendo era ya mucha y venía aumentando. No tenía plata para un refresco, ni para otra cosa, así que tendría que conseguir agua. Agua, agua, canilla, gotera, laguna…No! Hasta Lagomar sin tomar agua, no! Quería tomar agua ya…Adelante se veía algo con cartel. Era un club de bochas. Club de bochas tiene cantina, cantina tiene canilla y la canilla agüita fresca! Se detuvo. Pero cuando con pachorra iba levantando la bici para la vereda vio que un auto se le estacionaba justo enfrente y los pasajeros del auto eran…¡Los torturadores! Se atropelló con la bici al interior del club sin saber si le habían reconocido. Saltó por encima de las tablas de baranda al medio de una partida separando bolas con las ruedas y tropezando con las puteadas de los viejos. Se metió en la cancha siguiente levantando vehementes gritos y salvando los tobillos a gatas de un bochazo certero que casi le desparramó las patas y siguió hasta cruzar las tres canchas, derecho a un cartelito de flecha torcida que indicaba los baños por un pasillo que doblaba y se perdía de vista. El pasillo seguía aun después de la puerta del baño y por allí terminaba contra un tejido de gallinero, semi cubierto de enredaderas con flores. Del otro lado se entreveía un fondo de casa y una casa que, seguramente tenía salida hacia la otra calle. Allá fue!
La bicicleta pasó primero, volando sobre el tejido y sostenida apenas cuando iba bajando sobre un cantero de huevos fritos florecidos. Atrás pasó Manuel, que terminó cayendo sobre la bici cuando quiso retirar la última pata del tejido y se le enganchó con la enredadera. Pero no tuvo tiempo de putear, una voz destemplada le estaba recibiendo. ¿Qué hace aquí?-le decía la vieja a sus espaldas bastón en mano, semi levantado como con ganas de bajar por sobre la cabeza de Manuel.- Perdón, señora,¡ me vienen persiguiendo los torturadores!-¿Torturadores? Qué dice muchacho, eso ya pasó. No hay más torturadores!- ¿Qué no? A mi me agarraron y me tenían atado, pero me les escapé. Ahora están en el club de bochas. Andan atrás mio!- Usted está nervioso muchacho, venga a casa, le haré un te y después me cuenta.
Era una casa común. La señora, sesentona y no tan vieja a pesar del bastón, parecía dispuesta a dar ayuda o al menos cumplir con su ofrecimiento de té de algo que ya preparaba en la cocina desde la que llamó a Manuel que es había quedado en el estar mirando las fotos. Woodstook, los Beatles y el Che, rodeaban un gran símbolo de la paz. Manuel fue a la cocina.
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