lunes, julio 17, 2006

26 - El Huevo de la Tortuga

Cuando el sol se despegaba del horizonte, ovalado huevo de tortuga, silencioso y pesado, alumbrando poco, más bien aclarando un paisaje de techos herrumbrosos entre la niebla y a lo largo del hormigón de las calles, o la tierra colorada rayada por hondas huellas y pisadas de niños descalzos…ellos se dormían. Se estaban durmiendo a lo indio, envueltos en frazadas, medio acostados sobre el colchón atravesado en el suelo para apoyo de los costillares, y medio tirados en el piso raso que no lograba tapizar aquello que fuera un zorro muerto a garrotazos por intentar robar gallinas de algún gallinero decente. Restaban a los lados vasos volcados de oscuro vino y restos de torta fritas que casi ni otra cosa además de un par de puchos enjutos, requemados de tantos recicles…Macabro panorama para el comienzo de un nuevo día, verlos desprolijos y ajados, no sólo en las ropas sino más aun en sus rostros de expresión ordinaria y soez en perfecta concordancia con un origen oscuro y miserable. ¿Qué hacer con ellos? Ejemplos evidentes de la degradación a que puede llegar un ser humano cuando se aparta del camino del Señor. ¿Qué hacer? Nada malo por cierto sino apenas desear en el alma, pidiéndole a Dios que de alguna manera se los lleve de este mundo al que nosotros sabremos mantener luego, prolijo, aseado y rectilíneo. Sin ningún borrón de tinta ni una palabra obscena.
Manuel y el Chumbo aun dormían cuando los rayos del sol rebasaron la horizontal por el borde del vidrio de la puerta y comenzaron a bajar alumbrando primero la rodilla flexionada de Manuel y luego desde los pies a la cabeza los cuerpos resollantes, abandonados al descanso y tal vez a luminosos sueños.
A eso de las once el sol alcanzó los ojos, con lo que ambos amigos rodearon sus cabezas por anudados brazos y se corrieron por el piso buscando sombra. Pero Manuel en seguida recordó quién era y que era lo que había querido hacer el día anterior al llegar por la casilla…Pegó un salto. ¡Se tenía que ir! A Lagomar, por supuesto porque…bueno, él vivía ahí.
-Loco, me voy,-le dijo al Chumbo sobre su cara. -Chumbo…che Chumbo! TE DIGO QUE ME VOY. - El Chumbo entreabrió los ojos y de frente, como quedaba a los rayos del sol, pestañeaba tratando de entender.
-No rompas las bolas!
-Me voy loco, tengo trabajo para hacer…
-¿Trabajo?
- Sí, los pastos y eso…
-Bueno. Chau loco…no te pierdas, vo!
-Chau, vo.
Manuel sacó la bicicleta al callejón y entró a pedalear manso.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Loco, esto es literatura! Tratá de editarlo en papel. El personaje, tan particular da para un mayor desarrollo.

Anónimo dijo...

Esto es pura propaganda del delito! Que es lo que pretende el autor? Hacer poesía de la miserable vida de un chorro, de la mugre y la dejadez?