Julieta le saludaba ya desde media cuadra cuando la oleada maciza de olor a mierda le dio de lleno en la cara haciéndole perder el equilibrio. Cayó Manuel enredado con el manubrio de su bicicleta y arrastró algo más que la mejilla izquierda y la rodilla derecha por la gravilla hasta detenerse, girar el cuerpo, y ya sentado agarrarse la cara con las manos.
Julieta gritó y corrió levantando el otro brazo casi a las risas pero preocupada.
El fuerte olor a ajo que sobrevino resultó como un alivio. Tampoco la sangre parecía ser mucha y a pesar del fuerte ardor comenzaba a reírse de su torpeza cuando una ola de naftalina le sumergió en el olvido del ropero de su antigua abuela. ¡Qué olor tan viejo y oscuro!
Pero enseguida una oleada húmeda, como si metiese la cabeza dentro de un barril de vino, y después caminase por un monte de eucaliptos, o ahora estuviese rozando la nariz con un limón recién cortado.
Julieta se detuvo junto a él preguntando cómo estaba.
-¡¿MANVEL?!
No llegó ella a comprender qué pudiera querer decir, pero se alegró de que hablara. Muchas veces, después de un porrazo decimos cosas inesperadas en vez de La Puta Madre.
-Vení a lavarte y desinfectarte.
-¿Porqué Manvel en vez de Manuel?
Ella le estiró una mano para que se tomara.
-¡Esto es cosa del abuelo!
Miró hacia la casa para ver si Rulo se aparecía. Dudaba de tener fuerzas para levantarle.
-Sí, ha de ser el abuelo Avelardo... pero... ¿por qué Manvel?
Era patético verle con la cara cubierta de tierra y esos rayones de sangre media seca, con la mirada perdida y las piernas abiertas sobre la calle, junto a la bicicleta.
Pero de pronto se levantó y la levantó.
-El abuelo me está llamando. Después vengo, Julieta. Quiero que la flaca me ayude...
Julieta gritó y corrió levantando el otro brazo casi a las risas pero preocupada.
El fuerte olor a ajo que sobrevino resultó como un alivio. Tampoco la sangre parecía ser mucha y a pesar del fuerte ardor comenzaba a reírse de su torpeza cuando una ola de naftalina le sumergió en el olvido del ropero de su antigua abuela. ¡Qué olor tan viejo y oscuro!
Pero enseguida una oleada húmeda, como si metiese la cabeza dentro de un barril de vino, y después caminase por un monte de eucaliptos, o ahora estuviese rozando la nariz con un limón recién cortado.
Julieta se detuvo junto a él preguntando cómo estaba.
-¡¿MANVEL?!
No llegó ella a comprender qué pudiera querer decir, pero se alegró de que hablara. Muchas veces, después de un porrazo decimos cosas inesperadas en vez de La Puta Madre.
-Vení a lavarte y desinfectarte.
-¿Porqué Manvel en vez de Manuel?
Ella le estiró una mano para que se tomara.
-¡Esto es cosa del abuelo!
Miró hacia la casa para ver si Rulo se aparecía. Dudaba de tener fuerzas para levantarle.
-Sí, ha de ser el abuelo Avelardo... pero... ¿por qué Manvel?
Era patético verle con la cara cubierta de tierra y esos rayones de sangre media seca, con la mirada perdida y las piernas abiertas sobre la calle, junto a la bicicleta.
Pero de pronto se levantó y la levantó.
-El abuelo me está llamando. Después vengo, Julieta. Quiero que la flaca me ayude...
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