domingo, mayo 24, 2009

696. El País Donde El Tiempo Gotea Como Si Fuese Miel

A todo eso Manuel iba llegando con su bicicleta lo de Rulo. No es que hubiese demorado tanto por ser muy lejos, ni que se hiciera difícil pedalear sobre frecuentes calles llenas de arena, es que... simplemente no llevaba apuro y, al no llevarlo, se detenía a cada tanto a constatar similitudes y diferencias entre sus recuerdos y las cosas tal cual las contemplaba. Había encontrado pocas diferencias y, en general, bastante explicables por el paso del tiempo, aunque fuera poco. Hasta se había bajado a buscar en la esquina pasando lo de Luque, el lugar aquél en que, quizá un mes antes de lo que ahora sería el presente, se había tropezado con una rama caída que le apuntara con un extremo afilado a la altura del tobillo. Estaba aun allí. Cambiando la mancha roja de sangre fresca de entonces por otra marrón que empero se negaba a desaparecer.
Así que cuando llegaba, venía mascullando su confirmada sospecha de estar pisando el mismo planeta que le había visto nacer. De ser el mismo que siempre había sido aquí. De estar rodeado de aquellos que siempre le habían rodeado... salvo que... La historia no se iba a repetir. Ya no se estaba repitiendo. Simplemente, la historia, para los demás, seguía por el mismo rumbo que trajera antes de que aparecieran aquellas extrañas burbujas de nada en el baño de su casa y se iniciaran los viajes de los que, contrariamente a lo que había todo el tiempo creído, nunca había regresado hasta ahora. Para él la historia era tan otra como pudiera serlo. Estaba de vuelta en aquel lejano paisito de grisuras añoradas, donde el tiempo pasa con a viscosidad de la miel, el ayer es igual al mañana y todas las revoluciones terminan en lo mismo. Él en cambio era otro.Ya no el muchacho ingenuo que pudiera pasarse igual una semana panza arriba sobre la arena de la playa. Feliz con sexo, amor, y poco trabajo...aunque lo fuera... salvo que ahora sabía que lo que se ve no es todo lo que existe.

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