sábado, mayo 16, 2009

693. Discurso sobre la Libertad

Pero intempestivamente comenzaron a golpearse un para de manos allí no más, a cuatro pasos, es decir enfrente de la puerta del rancho de Cholo. Una mujer. Cuarentona. Con polleras! A cuadros medio escoceses y bastante larga, que hacía juego con la cabellera castaño oscuro que la brisa ya acariciaba, mientras la dueña miraba fijamente en el sentido incorrecto. Como si dentro del rancho quedase alguien y estuviesen por atenderla.

-¿Sí...? -inquirió Cholo sin mucha convicción.

La figura casi ni se movió más que en forma un poco cómica, como si fuera una figura recortada en una tabla. Una veleta de lata, o un adorno de manualidades escolares puesto en la pared de la cocina. (junto a la herradura de verdad que sirve de fosforera)
Giró apenas la cabeza lo mismo que el cuerpo, y de pronto fue Cholo quien quedo recortado en una tabla.

-¡¿Profesora...?!

Ella recobró la naturalidad de forma exagerada, revoleando el portafolios, y sonriendo.

-¿Sos Cholo, verdad?

Manuel no pudo menos que darse cuenta de estar presenciando un reencuentro inesperado. -Profesora, él le había dicho. Y ella le llamaba por su apodo y le tuteaba... Por otra parte Cholo se había quedado helado, sorprendido, aunque tal vez a punto de manifestar alegría. Tan reservado era.

-Hola... ¿Que la trae por acá?

!?La trataba de usted?!

-Ah, yo nunca me olvido de mis buenos alumnos!
-Ya veo... Yo tampoco he olvidado...

Tendría entonces algo para recordar.

... eeh... de... sus clases de historia.

No se animó. Pero algo recuerda. Tal vez tan solo el escote con su contenido visto desde el banco. Tal vez recuerda lo que sentía mientras en la clase los dos senos flotaban en el rumor de las voces, como si fueran una embarcación y la adolescencia continuara... Por las barras de amigos apoyados contra los muros o sentados en el cordón de la vereda. Y ese deseo que todo lo llena y todo lo transforma en carne palpitante con tanta sangre y latidos....

-Bueno, es que venía justamente por la historia... Las historias... Que...

Ahora la fugaz mirada que barrió la estampa de Cholo lo dijo todo, a pesar de querer ella aparentar que venía por motivos aburridos. Demasiado fuego puesto para simplemente pedir autorización personal, a otro de aquellos alumnos que hace diez años habían escrito historias para el periódico estudiantil que ella orientaba.

-Estamos haciendo ahora un blog, y queríamos rescatar todo lo mejor de los últimos años... Tu discurso sobre la libertad, todavía es recordado por los profesores de aquella época...

Cholo oscureció aun más el tono de su cara, pero ahora era él quien se nutría de la presencia. Los dedos de sus manos en el aire hacían flexiones como de agarrar silenciosamente algo.

-Pase, pase... Pasá.





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