miércoles, marzo 25, 2009

671. La última hippìe

Dijo llamarse Margarita y bromeó con aquella del percal reencontrada por Gardel fuera del rioba. Artesana y cultivadora de todo lo que no fuera convencional. Vegana, ya no. Ni siquiera vegetariana porque. Ni mucho menos del New Age, como se te ocurre? Acababa de decir que anti-convencional. Hija de un sabio y de una señora de profesión labores, ambos muertos en su ausencia,cuando a la temprana edad de catorce años huyera de su hogar sin ningún otro motivo que el deseo de conocer la verdadera libertad, aquella que se construye a mucha distancia de la gente responsable.

-Podríamos decir que vengo siendo la última hippie.

Vittorio siempre había sospechado que algunas de las adolescentes de antes deberían sobrevivir en alguna parte, fuera de las universidades privadas y los cursos de pos grado, pero no así. No tan así, tan... Lo estaba viendo mientras ella hablaba sin complejos mostrando su abundante dentadura y esos hoyuelos en las mejillas laterales. Parados ambos, mientras el coche perdía velocidad, para bajarse ambos, casualmente en la misma parada de Lagomar!

Se bajaron y todavía hablando se encaminó a cruzar Gianastasio  hacia el norte, por el mismo lugar que él, aunque después, según dijo, debiera doblar a la izquierda y apurarse a llegar a la casa de su hijo antes de que apagaran las luces. No le gustaba golpear.

Vittorio aseguró que a él tampoco, y sonrió estúpidamente a la espera de que ella se tomara el trabajo de descifrar el chiste, o inventar él otra cosa para ver la posibilidad de no separarse todavía. Parecía que no le disgustaba...

-Yo también vengo a la disparada a atender un muchacho enfermo...
-Ah, sos médico?

Alarma por curso de colisión entre el significado de la palabra "médico", dicha así con desparpajo y el significado de la misma palabra para una generalidad.

-No, no, médico no. Amigo,... vengo más bien por amistad y...
-Bueno, sigo mi camino... No quiero despertarlo a Manuel.
-¿Manuel...? Bueno es un nombre común...
-Manuel es común, pero Manuel Aquelarre hay uno solo y es mi hijo.
-¿Aquelarre Goiticoechea?

Tres meses que no lo veía y ahora que por fin había podido venir a Montevideo a buscar piedras negras para sus obras, no iba a pasar de largo sin ver al muchacho más perfecto nunca visto. Su hijo Manuel. No por su mérito, sin embargo. Sino tal vez todo lo contrario, por su falta de responsabilidad como madre.

-La libertad siempre está plagada de errores.
-Lo tuviste muy joven?
-No tanto. No sé cómo hice para no embarazarme antes de los diciocho!
-Bueno, entonces vení conmigo. Yo sé donde está Manuel ahora





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