martes, marzo 23, 2010

801. Te lo dije

Era mejor dejarse llevar por el cálido torrente. Los inefables labios de la flaca que siempre resultaran el único antídoto a sus recurrentes obsesiones. Esos labios que tan solo con apoyarse en los suyos lograban  embeberle de encantadora tibieza....
Y no importarse de que ella siguiera con la picardía pintada en el pliegue de los ojos, como insistiendo conque algo hubiese más urgente que la calidez de los labios en contacto. Ahora, por ejemplo, que retirábase de su boca para sonreír de nuevo, desfachatada y burlona.

-¿Y tus sábanas...?

Entonces Manuel comprendió de pronto que tampoco las sábanas estaban sobre su cuerpo. Aquellas lejanas sábanas robadas de un patio nocturno de Lagomar. Ni sobre los hombros, ni los senos de Magda... Como se supone que deberían estar...
¡Qué lejanas que parecían ya...! O tal vez irreales...?

Entonces cayó otra vez en la espiral descendente. Comenzó a caer, la realidad amenazaba otra vez con ablandársele bajo los pies y él... Era necesario aclarar de una vez ese embrollo preguntando... a los inventores del aparato...

-Don Miguel, abuelo... el hipercubo ese me raptó, me cambió el cuerpo y nos robó la ropa... ¿Cómo es que funciona...?

Los viejos se miraron con reproches mutuos.

-Miguel, no debiste dejarles... sabías que... -fue diciendo Abelardo.
-Ellos se empeñaron en hacerlo... Pero ¿de qué te extrañás? ... es tu nieto.-Contestó Don Miguel.

Enseguida Abelardo cambió de semblante. Dijo que se trataba de un aparato demasiado difícil de controlar. Demasiado sensible a cualquier clase de pensamiento que se cruzara con sus campos dimensionales.

-Más que una nave es un realizador de deseos, una lámpara de Aladino... por eso con Germán nos decidimos por las cuerdas resonantes de las bolas. Es un sistema mucho más confiable que se maneja con  pensamientos concientes y mantenidos a propósito.

Hasta llegó a insinuar que lo que se lograba con el hipercubo, tal vez no fuera un viaje a una realidad paralela en el sentido de las dimensiones. Que tal vez fuera un viaje a la fantasía, a un mundo irreal que tal vez también exista aunque no en un sentido material.

-Los aborígenes parecían bien reales...-objetó Manuel y Magda apoyó.
-Las alucinaciones también parecen reales.
-¿Qué...? ¿También creés que estoy loco?
-No, el hipercubo... Amplifica hasta las más obsesivas ideas. Es un objeto que no debería existir... Yo... Nosotros con Miguel no llegamos a experimentar lo suficiente.
-Te lo dije. -Cobró Miguel.

De modo que habían estado perdiendo el tiempo en salvatajes de seres inexistentes. Sombras de pensamientos temerosos que nunca antes habían visto la luz de un sol verdadero. Imposibles solo posibles como posibilidad matemáticamente calculada por una mente cobarde. ¡Y sin embargo tan idénticos a las personas! Tanto que...


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