lunes, marzo 01, 2010

793. CONSPIRACIÓN

Hacer el plan llevó un tiempo indefinido. Muy largo a juzgar por lo que después no pudieron recordar haber hecho y discutido entre la primera y última botella de cerveza que Alberto, el más veterano de los rockeros y al mismo tiempo el que parecía actuar como dueño de casa, sacaba a cada rato de una heladera semi escondida detrás de la pila de toneles que debía desarmar con cuidado y volver a armar después con una mano extendida alcanzándola. (la botella de cerveza) Aunque también pareció poco. (el tiempo) dentro de la humareda de fumo que un par de nuevos y sucesivos porros que Jack encendiera bajo sus ojos bizcos y enrojecidos.
Lo cierto es que al comenzar el rosado de la aurora a asomarse tras los sucios vidrios de la ventana trasera ya habían pergeniado uno y cien planes distintos, que sucesivamente habían ido olvidando, confundiendo y entremezclando. Y cierto también que tuvieron todos la intención de levantarse de sus asientos para salir hacia donde el hipercubo les esperaba ronroneando los motores. Intención que no llegó a cuajar en actos más que porque las maderas de la puerta se convirtió de pronto en astillas que volaron por sobre las cabezas al sonar de unos gritos que cesaron sólo cuando por el agujero descubierto se vió una enorme imagen humana. Humana pero muy poco amistosa.

-Quedan arrestados por conspiración. A partir de este momento cesan todos sus derechos!

Afuera formaba todo un pelotón de bichos bolita robóticos y allá en la calle un patrullero bajo su antena parabólica. A Jack le dio mucha risa verlos (a los bichos bolita) tal vez por recordar la forma en que se había escabullido de ellos la tarde anterior. Mientras pasaban escupió el lomo redondo y anodino del primero de ellos, y mientras guardaba la punta en el bolsillo de la camisa, estaba mirando hacia el lugar del fondo donde el hipercubo transparentaba, casi sin reflejar, la claridad que del cielo venía.

-Puedo pasar primero por el baño? -preguntó haciendo un movimiento de cabeza acompañado de visajes elocuentes que todos comprendieron.

Ya los bichos bolitas estaban abriendo sus caparazones -porque sabido es que tienen en su interior un hueco exactamente concebido para portar un ser humano en estado de completa indefección,- cuando el alud de los muchachos rompió filas rumbo a lo que se suponía un escuzado de campaña, extrañamente cúbico y petizo.

-Alto, -gritó el oficial a cargo, pero al pedo. Ya el último de los muchachos se metía dentro de aquel cuadrado gris que en ningún momento pareció abrirse ni después cerrarse. Simplemente desapareció.

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