miércoles, enero 21, 2009

651. Pasta Base de Cocaína

Como te decía, este iba a ser el primero de tres días complicados para Manuel. Contarte lo que siguió ocurriendo dentro del consultorio de Giorgionne sería describir otra serie de olas de olor que desde el supuesto más allá volvieron a avanzar sobre las narinas de Manuel y su desconcertada conciencia. A Giorgionne libreta de apuntes en mano anotando los olores que Manuel cantaba mientras caminaba por el consultorio agarrándose la cabeza. Los golpes que después dio Magda sobre la madera de la puerta para avisar a Manuel que Dengue se había vuelto a escapar y que esta vez lo había logrado. La carrera de Manuel hasta le vereda y su regreso para despedirse de Vittorio. El inicio de la búsqueda por la calle que venía desde la casa, preguntando a todo el mundo, por el Dengue, a pesar del gesto desdeñoso conque la mayoría escuchaba mencionar ese nombre. El enojo de Manuel por dicha causa y las duras palabras que pronunció cuando se fue a sentar sobre el toco de un árbol cortado, dirigiendo la mirada a los ojos de la Magda, casi como culpándole de la mala calidad de sus vecinos:

-Parece que ellos mismos quieren que Dengue se termine de hundir

Sentados les encontró el Rulo apagando el motor de su moto y reprochando que Manuel no se hubiese presentado al trabajo nuevo, ése del que nunca había sido avisado, ah, no?, llamada al celular de Magda que parece fuera de servicio y envío de emisario en bicicleta que al no encontrar a nadie en casa, ayer, ha dejado un papelito escrito con la información, por debajo de la puerta, cuál papelito que nadie ha visto, en fin... Mañana, sí, aunque estuvieran enredados con el caso  del Dengue, como ahora que andaban tras sus pasos, antes de que consiguiera más pasta para fumar.

-¿Pasta?
-Sí, pasta base, lata, eso.
-Ah, era eso lo que consumía? ¡Qué boludo!

Que Rulo se sumó a la búsqueda y que con la velocidad de su vehículo le encontró en poco rato escondido en el chiquero abandonado que hay detrás de la provisión de Luque. Hecho un ovillo. Un hediondo ovillo sobre el barro negro que una vez fue el piso de los chanchos. Rulo gritó. No se animaba a levantar aquello, él solo.
Que estando en eso de levantarlo entre los tres y llevarlo hasta la calle resonaron los pistones de la Harley de Federico Ernesto que venía entrando en esa cuadra y que al reconocerles se detuvo justo enfrente.
Que se entabló entonces una discusión cuando Ernesto opinó que el muchachito debía ser inmediatamente internado en un hospital.

-Él no quiere eso... se escaparía peor.
-Ya no está en condiciones de negarse.
-Yo me hago cargo de él...

Ernesto le conocía de algunos trabajitos que había hecho en su casa. Pero tiempo atrás... No hubiese sospechado que consumía.

-Y a mi casa, no aceptará venir? -dijo bajando dos veces la rápida mirada hacia el arrollado Dengue.

Dengue levantó los ojos y por un momento aflojó los brazos que anudaba sobre la cabeza.

-Tengo una habitación apropiada para él y la enfermera que cuida a mi madre viejita puede encargarse de las comidas y esas cosas.

Manuel casi salta. ¡La misteriosa madre africana de Ernesto, en este mundo estaba todavía viva!

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