Margarita Imploró una explicación. Dijo haber entendido que iban a destruir esas naves que les tenían rodeados y bajo fuego. Pero también que su hijo quería matar a Dios para que viniese a reinar uno mejor. Y además que deberían destruir todo el bando enemigo para quedar sólo ellos y dividirse entonces en dos nuevos bandos enemigos…
A todo Manuel asintió bajando la cabeza cada vez un poco más aunque con lo último no estuvo del todo de acuerdo. No era eso de dividirse en dos bandos enemigos lo que había querido decir con exactitud, sino que no iban a ser ellos tan perfectos, ni sus ideas, como para que todo el mundo les aceptase para siempre. Ni siquiera ellos mismos. Recordaba lo que había pensado cuando siendo un niño le dijeron que existía un Dios y muchos diablos que invitaban a la gente a revelarse para así comérselos después asados en las llamas del infierno. Porque Dios podía hacer cualquier cosa y El Diablo era un envidioso de ese poder. Le había parecido todo muy injusto, pero puesto a elegir, le resultaba más divertido el papel del Diablo antes que el de ese señor barbudo sentado arriba de las nubes y lanzando rayos sobre los que abajo no se arrodillaran. Ya de chico había odiado a los déspotas y a todos los cagones que se transforman en sus alcahuetes. Después… cuando más grande fue comprendiendo que inevitablemente todos no pueden tener el mismo coraje, ni la misma inteligencia, ni la misma fuerza o habilidad. Y pensaba… que si hubiese un mundo donde lo más importante fuera la fuerza, sería un lugar horrible lleno de matones imbéciles. Pero si lo que se valorara más fuera la inteligencia, tal vez sería un mundo muy progresista pero dominado por unos sabihondos insensibles. Que si predominara el sentimiento amoroso, talvez se reprodujeran demasiado y además que nadie quisiera trabajar. Y así con todo… Que todas las cosas eran necesarias siempre que se combinaran con las otras como en una buena receta.
-Ahora… Me encuentro con esta novedad de que el equilibrio no es posible, que todo el mundo está cambiando, no sólo nosotros. Que ahora puede dejar de ser importante la pelea entre Dios y el Diablo, porque tal vez cuando se muriera del viejo ya nadie ocupara su trono y el reino de Dios desapareciera. Claro que eso no es posible sin la intervención de nosotros, que en este momento estamos logrando una supremacía militar claramente capaz de aniquilar las huestes angelicales…
Se interrumpió a sí mismo.
-¿Decime Mandinga, Cuantas naves pueden tener los ángeles, en total?
Mandinga revoleó los ojos.
-Y… Ellos dominan toda la Vía Láctea más algunas colonias en Magallanes… Ponele… Unas… Doscientas mil de las súper pelotudas, esas que llevan miles de Arcángeles con su nave grande que contienen a su vez miles de bolas individuales.
-Ah.
(Esta es una historia continuada. Sería aconsejable leerla desde el post n. 1)
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