jueves, diciembre 20, 2007

448 DURANTE LA CALMA

En Algorta era Pascual Ruiz, zapatero de oficio y un poco tirado a poeta, quién comentaba entre clavo y clavo con el trespíés apoyado sobre su viejo delantal de badana:

-Tuve miedo de que el Manuelito nos fallara. De verdad tuve miedo... Como hacían todos los políticos, hasta los más arrimados al pueblo, prometiendo mantener siempre el contacto con la gente y el oído abierto...

Sicario Pereira, el cliente que esperaba el término de la media suela, apenas levantó los párpados del golpeteo del martillo sobre los clavitos al rostro expresivo del zapatero. su amigo de siempre, de mucho antes de que triunfara el anarquismo y ahora todos se mostraran amistosos y respetuosos para la gente distinta.

-Por supuesto, Don Pascual, que no se iba meter en una guerra personal. El no es más que un símbolo de todos nosotros.

Pascual se rió:

-Ja, símbolo y todo... adonde vaya él, vamos todos.

Sicario también se rió.

En Cerro de las Cuentas un niño miraba el cielo a la espera de ver pasar alguna bola de las que hacían el intercambio entre las comunas. Cuando fuera grande iba a ser piloto, se lo imaginaba viéndose al mando de la mente de una preciosa bola plateada que surcaba los cielos y bajaba a sobrevolar las ciudades, que nunca él había visto más que en el viejo televisor blanco y negro de la tía. En cuanto a esa guerra de que hablaban...no sabía qué pensar...

En Bella Unión, hermoso pueblo, Joselo, más que opinar deliraba entusiasmo bélico, rodeado de los amigos, en la charla de la vereda. Creía suficiente la información que les había llegado para ponerse a terminar las bolas que estuviesen empezadas, armarlas con los nuevos sistemas y.. pasar a dominar el universo con una pequeña flotilla invulnerable ante todas las armas conocidas. Un Caballo de Troya colado en la trastienda del poder universal!

Marcelo le quería calmar. Qué apuro había. Si no les podían hacer daño... se podían quedar tranquilos.

-A las bolas no les pueden hacer daño... pero a nosotros sí.

Manuel había vuelto con la Magda a su casita. Especie de licencia acordada al término de todas las transmisiones y que ya parecía haber sumido a todo el sud continente en una siesta pueblerina de esas donde sólo se siente algún disimulado coc coc de alguna gallina picoteando por costumbre.

Margarita había quedado en el dormitorio de Manuel, en la caverna, con Vittorio.

Ernesto frente al monitor...

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