lunes, enero 11, 2010

778. Contacto con Pan de Azucar

Después sincerar las cosas. Explicar que sin ser aborígenes sí eran amigos de ellos y pretendían averiguar a donde eran llevado los prisioneros, especialmente algunos que habían sido capturados la tarde anterior en la playa, con redes desde un par de helicópteros.
Los rockeros se sorprendieron al enterarse que  tan cerca de ellos pudiera haber una guarida de aborígenes. Preguntaron dónde se escondían y por qué no se comunicaban nunca con otros opositores al sistema, como ellos, o muchos otros que aun siendo minoría... Luego comprendieron que existieran criterios de seguridad y que se manejara la información con absoluta reserva, aunque de todos modos...

-Cállense. -ordenó Alberto. Sobre la palma de su mano titilaba un pequeño prisma negro. - Apaguemos las luces y hagamos silencio hasta que pasen!

Cuando callaron, en lo oscuro entendieron que la luvia aun no cesaba. Repentinas salpicaduras correteaban sobre un techo de chapas acanaladas que de tanto en tanto goteaba sobre el piso interior y los trastos. Por cierto que el aire olía a humedad y el silencio se amoldaba de forma natural a  la invisible forma del ambiente, como casi siempre, cuando nadie venía a invadir el diálogo, presencia junto a presencia, tal vez conciencia...
De afuera no se sentía llegar ningún sonido, a no ser alternados silvidos del viento en las copas de los pinos con períodos de silencio, o acaso... lejanas voces de cosas o sucesos que por distantes (o por propósito) dejaban siempre la duda de ser quizá nada más que imaginación.
Al cabo de cinco minutos el prisma cambió algo en su secuencia de luces.

-Ya se fueron.

Enseguida todo se volvió acción. Del interior de un cajón de plaguicidas agrícolas sacaron una computadora con todos sus adminisculos más otros no comunes. Una antena, compuesta de una ristra de bobinas de cobre que engancharon del techo fue lo más llamativo. Alberto se sentó frente al teclado y tecleó su primer intento:

-Telaraña cae desde el cielo/Grises alguaciles la dejan caer/Quien ha visto el vuelo siguiente?/el nido del alguacil/el nido escondido/Allí donde guarda su alimento?

En un apartado de la pantalla escribió además una larga secuencia de números antes de apartar las manos y dejarlas caer a los lados.

La pantalla se volvió una tira contínua de texto que pasaba más rápìdo que la vista de nadie. Pasaba y pasaba, pero en un momento se detudo sobre una línea marcaca en trazo más gordo:

-Al amanecer cuadrúpedo. Al mediodía bípedo. Al anochecer trípedo.

Alberto se mostro entusiasmado.
-Contestan de Pan de Azucar, -comentó mientras retomaba el teclado.

-Te conozco hombre. Cualquiera diría que Río esta a tus pies, pero no hablás brasilero. ¿Que saben de las moscas de hoy?

Enseguida el rollo de letras se detubo en un nuevo renglón:

-Muchos insectos se elevan de entre los cerros. Algún animal muerto tal vez?

-Gracias.




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