jueves, abril 09, 2009

678. Esto se llamará Tiempo

Difícil batalla la que se libra contra la fe, que derriba montañas, o las construye partiendo de la nada. La fe no se crea ni se destruye. Es un material escaso simplemente; por eso vale. Es el verdadero remedio que nos cura cuando creemos en los remedios. Y es lo primero que pierde aquel que va a perder... Como una materia fluida que se escurre entre la materia sin rozarla. Porque qué cosa pudiera existir sin que nadie tuviese fe en su existencia? Un ruido perdido en las inmensas tundras inhabitadas. Un pequeño corpúsculo subatómico que todavía esperara ser descubierto durmiendo con un solo ojo entre las fantasías de un nuevo científico y sus números...?
Hasta se podría pensar que nada es otra cosa que un puñado de fe. Y que infinitos puñados  de fe mezclados caóticamente construyeron un Universo, sin otra necesidad que pensar que la materia y el espacio fueran sus principales y útiles acuerdos.

 Desde hoy en adelante.

 Llamaremos espacio hacia la izquierda a la percepción mental, esta, que les estoy presentando.... El Tiempo, se llamará esta otra, que como ven está medio emparentada con las otras tres dimensiones... Porque hemos acordado en llamar dimensiones a estos principales acuerdos. ¿O,K.?

Manuel había caído de rodillas sobre la arena sosteniendo apenas la cabeza con las dos manos del alma.. Caído en la cuenta de estar volviendo a fojas cero. De que casi nadie le creía y que... Claro, era lo que había estado pensando un momento antes. Si llegara a ese punto de mínima credibilidad ya iba a ser difícil salirse. Magda! Al menos ella parecía seguir creyéndole, pero Vittorio 7 estaba en pleno desmoronamiento. Y su madre...

-Está bien. ¿Quieren pruebas más evidentes? Las voy a encontrar.

Poca resonancia encontró la frase en aquel silencio mientras por el oriente comenzaba a clarear el nuevo día, como dicen las maestras en las fechas patrias, y Manuel volvía a besar a Magdalena ahora ya despreocupados por demostrar la existencia de otros mundos. Manuel porque creía en ellos y Magdalena porque creía en Manuel.

Pero era cierto. Clareaba el amanecer por el oriente cuando salían del montecito.Rosa claro extendido con un algodón sobre el papel del cielo, Algún hilo dorado ya, sobre aquellas nubecillas ligeras... y ganas de de dormir un rato. Total...!

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