lunes, febrero 23, 2009

660. CONVULSIONES

Ni bien los dos salieron del dormitorio, Manuel quiso entenderse con el emergente Dengue sobre la peligrosa situación en que se encontraba. Peligrosa por sus potenciales consecuencias si fuera que su mente se terminaba de imponer sobre la debilitada de su involuntario huésped.

-Es que de alguna manera me tenía que manifestar para que supieras que estoy aquí. Tengo acceso casi continuo a los datos de los sentidos, vista y oído al menos... pero no sé cómo podría salir... Trato de no hacerle daño...pero...

Manuel encontró la mirada compasiva de Magda a medio camino. Agradeció su apoyo, pero supo que no bastaba. Necesitaban la ayuda de alguien con muchos más conocimientos que ellos. Estaba claro que el espacio, el lugar que una cosa ocupa en el espacio, es algo totalmente relativo, transformable mediante exquisitas y misteriosas operaciones, llevable a los extremos de la pequeñez diminuta de un punto que no ocupa espacio, o a la tremenda inflación de todo el espacio existente... ¿Pero cómo operar con esas variables? Cuáles serían los mecanismos adecuados...? Por ejemplo ¿el sólo pensamiento...? En el caso de la huida hacia el punto siempre había resultado eficaz cuando se contaba con la amplificación realizada por las cuerdas... y hasta a veces sin las cuerdas... cuando eran varios y todos habituados a la misma operación mental...

-Dengue...

-Sí, apurate que el otro está queriendo volver!
-Trata de hacer lo mismo que cuando querías salir desde adentro de un punto. Voy a tratar de ayudarte... contemos hasta tres...
-¡Amistad! Estamos otra vez entre nosotros... ¿El tordo se fue? ¿Le explicaste que tengo a otro aquí? No aguanto más, Manuel!

Magda tomó el brazo de Dengue para calmarle.

-Tranquilo Dengue. Estamos tratando de que el otro salga...
-¿Que salga...? ¿Para dónde puede salir...? ¿Quién es?

Nadie le contestó. Estaban en eso del Om, o algo así, que les aislaban de las realidades temporales, tratando de llegar al centro de la mente, allí donde todo es silencio y flotación y plateado no tiempo y no espacio...
Pero no funcionó!

Dengue ahora, al ver durante algunos momentos que sus amigos entrecerraban los ojos y respiraban como el faquir del circo, sentía mucho más miedo. Abandonado a una experiencia que le resultaba definitivamente aterradora. Sentir que aquello habitaba en su interior, y que de alguna manera se movía procurando, al parecer, el control de todo el espacio mental...

-Ayudame, Manuel, por favor! ¡Me quiere matar! Me... No, no da resultado... Apenas controlo parte de su mente, no llego al centro... Él se resiste... ¡Ves, estaba hablando con mi boca, Manuel! ¡Lo he oído! Mueve mi lengua, ahí... me la quiere quitar!

El cuerpo de Dengue se comenzó a mover de forma contradictoria. Una mano le taponaba la boca y otra luchaba por quitarla de ahí. La espalda se le arqueaba como para enderezar el cuerpo sobre la cama sin lograrlo mientras los dientes mordían fuertemente la colcha de la cama y la voz pronunciaba el típico mmm de la negación muda.

Volvió en ese momento Ernesto con el Doctor.

-Convulsiones...

De algún lado surgió una jeringa hipodérmica con su brillosa aguja.

-Que alguien le sostenga el brazo...





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