lunes, febrero 09, 2009

655. Toguna

Lo extraño del caso fue que Dengue aceptó irse a la casa de Ernesto. Lo hizo prolongando su mirada en aquella silenciosa dirección entre los pinos. No se veían desde allí las cuatro aguas del alto techo de tejas sobre el mirador de los Dogones. Pero se adivinaban, acompañados de altos cipreses y grisáceos cedros que ocultaban un trasfondo de castaños, peros y membrillos, apenas asomados sobre el borde del muro de ladrillos vistos. Tal vez recordara algo agradable de sus trabajos en esa finca.Tal vez sólo la fantasía de pertenecer por una vez a un paisaje tan de postal vendible. Tal vez... vaya uno a saber...
Fueron todos tras la moto de cuyo sidecar asomaban pendulantes las patas flacas y los championes rojos de Dengue, en oposición a su máscara humana que parecía, a pesar de todo, suficientemente quieta y seria como para una fotografía documental.

Atravesaron el viejo portón, aquí mejor restaurado que en otros mundos, y pasaron al fondo, tras el antiguo casco de la residencia, donde Ernesto había hecho construir toda una casa nueva con las obvias comodidades de hoy, pero con gruesos muros de adobe y techo de quincho.
Su madre estaba allí, diminuta y encorvada. Entre plisadas arrugas pequeños ojitos miraban por sobre el mango tallado de su bastón un más allá de imposibles paisajes africanos, o tal vez... sueños, complicados sueños que se negaban a coincidir.

Dengue fue traído a su presencia y presentado por Ernesto casi como una liturgia sin esperanza, pero no. La vieja alzó los ojos y ante el asombro de todos tuvo voz para el saludo.

-Toguna. Toguna!

Ernesto acarició aquella cabecita y sin dar explicaciones siguió camino con Dengue hasta lo que al fondo definió como su dormitorio. Una fresca habitación cuya ventana se abría al resinoso olor de los pinos allende la cercana calle lateral. Llamó a Eva, la enfermera. Hizo las presentaciones y fue hasta el pabellón antiguo en busca de revistas y un pequeño televisor. Parecía otra persona. Por último pidió a los presentes que se quedaran un rato acompañando a Dengue, mientras él demorara en traer algunas otras cosas que iban a ser necesarias. Ropa nueva, por ejemplo.

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