De pronto cesaron.y todos parecieron contemplar el patético fin de una obra de arte. Zumbaron los pensamientos mezclados como una nube de insectos preguntando por la increíble posibilidad de que lo que en un momento es persona pase a no serlo ante nuestra propia vista. Hubo expectación, no curiosidad morbosa. No llegó a haberla porque casi enseguida Dengue se puso de pie de un sólo envión encarando a los expectadores con una explicación inmediata.
-He llegado a un acuerdo con el otro Dengue para que me dejara buscar ayuda para salir de este cuerpo. Él ahora se ha quedado todo lo quieto que puede, me cede el mando del cuerpo, pero no se cuanto tiempo se va a aguantar. Quiero aprovechar cada palabra. Necesito ayuda.
Manuel le preguntó si tenía alguna idea sobre cual pudiera ser el método de ayudarle. O sea... le dio a entender que ellos no tenían ni idea sobre qué hacer en esos casos. Ni siquiera Yaka, quién después de realizar un brillante diagnóstico se había apagado. Pura verdad.
Dengue, el invasor, porque así se le podría llamar sin darle a la palabra un matiz peyorativo, captó al instante la realidad y se dispuso a orientar a este conjunto de amigables ignorantes sobre la necesidad de ampliar de algún modo la energía del conjunto de todos los pensamientos posibles. Una especie de oración pero amplificada por miles de megáfonos.
Sólo Manuel entendió a lo que se refería, al sistema de amplificación del pensamiento que utilizaban las bolas para lograr enormes portentos.
-Dengue, en este mundo Las Bolas no funcionan, ni.. (y se quedó perplejo. Acababa de recordar que Mandinga les había sacado a pasear en Bola, no hacía ni muchos días...)
-...Serías capaz de volver a dibujar los planos?
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