lunes, agosto 10, 2009

722. Que no se vea el plástico

De modo que también allí, desde la altura que antiguamente colgaba la alacena, hasta el techo, porque más allá todo era hormigón armado, comenzaron a picar el revoque siguiendo el hilo de agua que filtraba através de la arenilla dibujando imperceptibles vasos capilares cuando las acciones se aquietaban y el silencio volvía al ambiente, como el reflujo de la marejada, para dar lugar al momento de observación y recogimiento, por ridículo que parezca.
Manuel se iba encargando de esa sección mientras Rulo picaba las líneas horizontales que parecían buscar salida hacia los baños desde el punto del accidente de Manuel con el caño pinchado.
Entrambos pensaban un par de minutos a cada tanto, qué harían después, cuando ya estuviesen definidas las líneas de pérdida, y el tamaño del desastre. No lograban imaginar alguna manera realizable de cambiar los sectores dañados de la cañería, por pequeños que fueran. El acople de lo viejo con lo nuevo era el problema. No tenían herramientas para hacer roscas en el hierro, ni conocimientos. ni casi voluntad de emprender tamaña aventura. Preferían pensar en sustitutos más prácticos, como emplastos de adhesivos, que los hay de buena calidad y que una vez cubiertos por el revoque podrían envejecer con las paredes sin que nadie sospechase la diferencia.
Fue Manuel quién se largó a pensar en voz alta sobre la relativa calidad del hierro galvanizado frente a las cañerías plásticas que había instalado en el baño de su casa.

-Fijate que se les coloca una gotita de adhesivo para PVC y al juntarlas ya están soldados.

Rulo no pudo contestar porque el último pedazo de revoque que cayó de lo alto vino con casi medio metro de caño de regalo; si no se desvía le da en la cabeza.

-¡Está todo podrido!

Enseguida empezó a chorrear una agua espesa y herrumbrosa, aunque mezquina. Rulo no había podido, más que a medias, cerrar la llave de bajada del tanque, ayer, antes de que la curiosidad le diera por espiar el sistema eléctrico del flotador.

-Habría que cambiarlo todo.
-No. -opinó Manuel- el resto está bastante bien.
-Pero ahí lo perforaste de un sólo golpe.
-...
-...
-...
-...
-¿Cambiarlo todo por galvanizado...?
-Podemos conseguir una tarraja prestada... El Cachila Leites tiene una que era del padre.-( Lo decía sin alegrarse.)
-... ¿Y si le metemos todo de plástico? Hay uno medio colorado que sirve para agua caliente.
-Pero en el lugar que van las canillas tiene que asomarse... No van a querer... que se vea...ni que sea de plástico...

De la calle llegaron dos sonidos separados por un par de segundos. Dos golpes muy parecidos a los producidos por dos puertas, una a cada lado, de una camioneta Cherokee doble cabina que por ejemplo se acabara de estacionar enfrente, y de ella se bajaran dos personas que pudieran ser los dueños de la casa.
Pura imaginación.



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