miércoles, agosto 12, 2009

723. El Golpe

Esa maldita imaginación que a veces nos anuncia exactamente lo que está a punto de suceder, o comenzando ya, aunque nos sigamos negando a ver  y el corazón se nos escape del pecho dejándonos el hueco.
Entonces, entre golpe y golpe del martillo sobre el cortafierro para que éste a su vez, los cuatro pies se acercaron por sobre el pasto del frente, sin pronunciar palabra ni voz identificadora, tampoco saludo, Hasta que ya no era pasto lo que pisaban, sino la puerta de calle principal, abierta siempre, allá, en el living...

-¿¡Pero qué es esto!?

Deberíamos transcribir distinto.

-¿¡Pero qué es esto!?

Tan fuerte resonó la frase en el ambiente vacío, que  Manuel, parado como estaba en los últimos peldaños de la escalera, para no perder por un momento el equilibrio, se aferro como pudo al cabo del martillo,  soltando el fierro, que por suerte cayó antes, y viniéndose abajo de espalda, dejando arriba los pies enredados en la escalera.
Golpeó con los omóplatos el piso cubierto de cascajos, exhalando  un resto de aire propio, casi lo último que hizo, antes de que el dolor y los gritos de la señora llegaran a saturar toda su capacidad consciente.
Cuando quiso acordar, una mano suavísima y arrugada le acariciaba la frente dejando que un par de senos lácteos se apoyaran casi en su pera y perfumaran el dolor con una mezcla de flores exóticas.

-No, por favor, no te muevas, muchacho. Vamos a llamar una ambulancia.

Quiso decir que no, que de ninguna manera  era aquello para tanto, más que un pequeño accidente, y esas cosas. Pero un golpe de dolor apareció desde algún lado y a modo de hierro candente le atravesó, no sólo la espalda sino también el campo visual y las lágrimas, impidiéndole hablar y hasta respirar de forma pausada.
La mujer se retiró un poco dejando aparecer más atrás, la oscura y movediza imagen de un hombre alto con gruesos bigotes manchándole la cara. Por detras y al costado venía acercándose otro menos corpulento... Seguramente Rulo.
(¿De modo que Rulo no había estado allí junto en el momento de su caída?)
Ferrari, porque seguro que el bigotudo era Ferrari, estaba botoneando un teléfono en su mano derecha. La señora le miraba con una mano sobre el escote. La visión se le iba aclarando.El dolor daba señas de aminorar... Pero... Él no tenía ganas de dar explicaciones...
A lo lejos se comenzó a sentir el aullido de un ambulancia. Manuel dejó que sus ojos se cerraran y esperó.
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